Las Delegaciones diocesanas de Liturgia de las Diócesis de la Conferencia Episcopal Tarraconense han traducido un Subsidio litúrgico de la Conferencia Episcopal Italiana que puede ajuyar a orar en estos momentos de epidèmia.

Este es el Subsidio:

CELEBRAR Y REZAR EN TIEMPO DE EPIDEMIA

Esquema elaborado a partir de los subsidios de la Comisión Nacional de Liturgia

(de la Conferencia Episcopal Italiana)

 PASCUA

DOMINGO DE PENTECOSTÉS

31 de mayo de 2020

Recibid el Espíritu Santo

La difícil situación que estamos viviendo no nos permite a algunos participar aún en la celebración de la Eucaristía del Domingo de Pentecostés con el que se concluye el tiempo de Pascua.

Sugerimos, por lo tanto, este último esquema para una experiencia de oración vivida en familia y en comunión con toda la Iglesia.

Es bueno elegir un espacio adecuado en la casa para celebrar y rezar juntos con dignidad y recogimiento. Siempre que sea posible, se puede acomodar un pequeño «lugar de oración» (cf. Catecismo de la Iglesia Católica, 2691) o incluso en un rincón de la casa colocar una Biblia abierta, la imagen del crucifijo, un icono de la Virgen María, una vela o una lámpara encendida.

Cada familia podrá adaptar este esquema conforme a sus posibilidades.

La oración puede ser dirigida por el padre (M) o la madre (M). Cuando todos están reunidos en un lugar adecuado de la casa, quien guía la oración dice:

(M)  En el nombre del Padre, y del Hijo, y del Espíritu Santo.

(T)  Amén.

(M)  Bendito seas Dios, Padre de nuestro Señor Jesucristo.

(T)  ¡Seas por siempre bendito y alabado!

(M)  Con tu gran misericordia,

abre en nosotros caminos de eternidad.

(T)  ¡Bendito seas por siempre, Señor!

(M)  Con tu gran ternura,

renueva en nosotros la esperanza del cielo,

dónde no hay llanto ni dolor.

(T)  ¡Bendito seas por siempre, Señor!

(M)  Con la fidelidad de tu amor,

quédate siempre con nosotros

y defiéndenos ante el peligro.

(T) ¡Bendito seas por siempre, Senyor!

(M)  «Recibid el Espíritu Santo. Santo. A quienes les perdonéis los pecados, les quedan perdonados». Estas palabras de Jesús dirigidas a sus discípulos les llenaron de confianza y perdieron el miedo . A nosotros, la venida del Espíritu Santo nos supone renovación de vida, un nuevo aliento para volver a caminar con Jesús a nuestro lado. Él está con nosotros incluso en medio de la dificultad. Jesús nos da su Espíritu y nosotros lo hemos de dar a los que tenemos más cerca y los que más sufren. Nuestra alegría consiste en darnos como Jesús se no ha dado.

(L)  Dios, Espíritu de vida,

tú eres la fuerza que nos anima en la tristeza.

(T)  ¡Ven, Espíritu Santo, ven!

(L)  Dios, Espíritu de verdad,

tú eres la voz que nos guía hacia el cielo.

(T)  ¡Ven, Espíritu Santo, ven!

(L)  Dios, Espíritu enviado desde el cielo,

tú tienes palabras de vida eterna.

(T)  ¡Ven, Espíritu Santo, ven!

(M)  Oh Dios, que nos has salvado en Jesucristo, tu Hijo,

que ha muerto para perdonarnos los pecados

y ha resucitado a la vida inmortal,

confírmanos con tu Espíritu Santo,

para que alegres y valientes

demos siempre un buen testimonio

de tu amor en medio del mundo.

Por Jesucristo, nuestro Señor.

(T)  Amén.

TU PALABRA, LUZ PARA NUESTROS PASOS

Lectura del libro de los Hechos de los Apóstoles                                                                            2,1-11

Al cumplirse el día de Pentecostés, estaban todos juntos en el mismo lugar. De repente, se produjo desde el cielo un estruendo, como de viento que soplaba fuertemente, y llenó toda la casa donde se encontraban sentados. Vieron aparecer unas lenguas, como llamaradas, que se dividían, posándose encima de cada uno de ellos. Se llenaron todos de Espíritu Santo y empezaron a hablar en otras lenguas, según el Espíritu les concedía manifestarse. Residían entonces en Jerusalén judíos devotos venidos de todos los pueblos que hay bajo el cielo. Al oírse este ruido, acudió la multitud y quedaron desconcertados, porque cada uno los oía hablar en su propia lengua. Estaban todos estupefactos y admirados, diciendo: «¿No son galileos todos esos que están hablando? Entonces, ¿cómo es que cada uno de nosotros los oímos hablar en nuestra lengua nativa? Entre nosotros hay partos, medos, elamitas y habitantes de Mesopotamia, de Judea y Capadocia, del Ponto y Asia, de Frigia y Panfilia, de Egipto y de la zona de Libia que limita con Cirene; hay ciudadanos romanos forasteros, tanto judíos como prosélitos; también hay cretenses y árabes; y cada uno los oímos hablar de las grandezas de Dios en nuestra propia lengua».

Palabra de Dios.

(T)  Te alabamos, Señor.

Para meditar la primera lectura de este domingo, puede utilizarse el comentario del anexo.

Después de unos momentos de silencio, proclamamos juntos la fe de la Iglesia, diciendo:

Creo en Dios, Padre todopoderoso,

creador del cielo y de la tierra.

Creo en Jesucristo, su único Hijo, nuestro Señor,

que fue concebido por obra y gracia del Espíritu Santo,

nació de santa María Virgen,

padeció bajo el poder de Poncio Pilato,

fue crucificado, muerto y sepultado,

descendió a los infiernos,

al tercer día resucitó de entre los muertos,

subió a los cielos,

y está sentado a la derecha de Dios,

Padre todopoderoso.

Desde allí ha de venir a juzgar a vivos y muertos.

Creo en el Espíritu Santo,

la santa Iglesia católica,

la comunión de los santos,

el perdón de los pecados,

la resurrección de la carne y la vida eterna. Amén.

A TI ELEVAMOS NUESTRA ORACIÓN

(M)  Dios, nuestro Padre, no nos deja huérfanos: pidámosle con la confianza de hijos, para que nos envíe el Espíritu Santo.

(L)  Señor, envía tu Espíritu a tu Iglesia,

que celebramos ahora en nuestra casa:

(T)  Envía tu Espíritu, Señor,
y repuebla la faz de la tierra.

(L)  Señor, envía tu Espíritu,

que abra nuestros ojos y nuestros corazones:

(T)  Envía tu Espíritu, Señor,
y repuebla la faz de la tierra.

(L)  Señor, envíanos tu Espíritu,

y da tu amor al mundo entero:

(T)  Envía tu Espíritu, Señor,
y repuebla la faz de la tierra.

(L)  Señor, envía tu Espíritu;

que disipe los brotes de violencia y encienda la paz en la tierra:

(T)  Envía tu Espíritu, Señor,
y repuebla la faz de la tierra.

(M)  El Espíritu Santo es el que hoy y siempre nos invita a llamar a Dios como Padre:

(T)  Padre nuestro…

(M)  Señor, no nos has dejado huérfanos;

que el Espíritu, que habita en nuestros corazones,

sea artífice de comunión

entre los hombres y las mujeres,

ahora y siempre, hasta el fin de los tiempos.

(T)  Amén.

COMUNIÓN ESPIRITUAL EN ESPERA DE RECIBIR LA EUCARISTIA

Creo, Jesús mío, que estás realmente presente

en el Santísimo Sacramento del Altar.

Te amo sobre todas las cosas

y deseo recibirte con toda mi alma.

Pero como ahora no puedo hacerlo sacramentalmente,

ven espiritualmente a mi corazón.

Y como si ya te hubiese recibido, te abrazo y me uno del todo a ti.

No permitas, Señor, que jamás me aparte de ti. Amén.

INVOQUEMOS LA BENDICIÓN DE DIOS PADRE

(M)  Padre santo, tú miras y cuidas de todas tus criaturas: cólmanos de tus dones.

(T)  Amén.

(M)  Hijo de Dios, tú nos coges de la mano: guíanos con tu Palabra.

(T)  Amén.

(M)  Espíritu divino, tú eres luz para iluminar: enciende en nosotros la llama de tu amor.

(T)  Amén.

(M)  Señor, bendice el camino de nuestra familia

e infunde en nuestros corazones, hoy y siempre,

la luz y la alegría de tu Santo Espíritu.

(T)  Amén.

Cada uno traza sobre sí el signo de la cruz, mientras el padre (o la madre) continua.

(M)  En el nombre del Padre, y del Hijo, y del Espíritu Santo.

(T)  Amén.

Se puede acabar con la antífona mariana del Tiempo de Pascua, Regina Coeli.

(M)  Reina del cielo, alégrate, aleluya;

(T)  Porque el Señor a quien has merecido llevar, aleluya,

(M)  Ha resucitado según su palabra, aleluya.

(T)  Ruega al Señor por nosotros, aleluya.

(M)  Gózate y alégrate, Virgen María, aleluya.

(T)  Porque realmente ha resucitado el Señor, aleluya.

ANEXO

Para meditar

De los sermones de un autor africano del siglo VI:

La unidad de la Iglesia se expresa en todas las lenguas

 

Hablaron en todas las lenguas. Así quiso Dios dar a entender la presencia del Espíritu Santo: haciendo que hablara en todas las lenguas quien le hubiese recibido. Debemos pensar, queridos hermanos, que éste es el Espíritu Santo por cuyo medio se difunde la caridad en nuestros corazones. La caridad había de reunir a la Iglesia de Dios en todo el orbe de la tierra. Por eso, así como entonces un solo hombre, habiendo recibido el Espíritu Santo, podía hablar en todas las lenguas; ahora, en cambio, es la unidad misma de la Iglesia, congregada por el Espíritu Santo, la que habla en todos los idiomas. Por tanto, si alguien dijera a uno de vosotros: «Si has recibido el Espíritu Santo, ¿por qué no hablas en todos los idiomas?», deberás responderle: «Es cierto que hablo todos los idiomas: porque estoy en el cuerpo de Cristo, es decir en la Iglesia, que los habla todos. ¿Pues qué otra cosa quiso dar a entender Dios por medio de la presencia del Espíritu Santo, sino que su Iglesia hablaría en todas las lenguas?»

Se ha cumplido así lo prometido por el Señor: Nadie echa vino nuevo en odres viejos. A vino nuevo, odres nuevos, y así se conservan ambos. Con razón, pues, empezaron algunos a decir cuando oían hablar en todas las lenguas: Están bebidos. Se habían convertido ya en odres nuevos, renovados por la gracia de la santidad. De este modo, ebrios del nuevo vino del Espíritu Santo, podrían hablar fervientemente en todos los idiomas, y anunciar de antemano, con aquel maravilloso milagro, la propagación de la Iglesia católica por todos los pueblos y lenguas.

Celebrad, pues, este día como miembros que sois de la unidad del cuerpo de Cristo. No lo celebraréis en vano si sois efectivamente lo que estáis celebrando: miembros de aquella Iglesia que el Señor, al llenarla del Espíritu Santo, reconoce como suya en medio de un mundo en crecimiento, y por la que es a su vez reconocido. Como esposo no perdió a su propia esposa, ni nadie pudo substituírsela por otra.

Y a vosotros que procedéis de todos los pueblos, y que sois la Iglesia de Cristo, los miembros de Cristo, el cuerpo de Cristo, os dice el Apóstol: Sobrellevaos mutuamente con amor, esforzaos en mantener la unidad del Espíritu con el vínculo de la paz. Notad cómo en el mismo momento nos mandó que nos soportáramos unos a otros y nos amásemos, y puso de manifiesto el vínculo de la paz al referirse a la esperanza de la unidad. Ésta es la casa de Dios levantada con piedras vivas, en la que se complace en habitar un padre de familia como éste, y cuyos ojos no deben jamás ofender la ruina de la división.