Las Delegaciones diocesanas de Liturgia de las Diócesis de la Conferencia Episcopal Tarraconense han traducido un Subsidio litúrgico de la Conferencia Episcopal Italiana que puede ajuyar a orar en estos momentos de epidèmia.

Este es el Subsidio:

CELEBRAR Y REZAR EN TIEMPO DE EPIDEMIA

Esquema elaborado a partir del subsidio de la Comisión Nacional de Liturgia

(de la Conferencia Episcopal Italiana)

 PASCUA

SEXTO DOMINGO

17 de mayo de 2020

Yo le pediré al Padre que os dé otro Defensor

La difícil situación que estamos viviendo no nos permite participar en la celebración de la Eucaristía del sexto Domingo de Pascua.

Sugerimos, por lo tanto, un esquema para una experiencia de oración vivida en familia y en comunión con toda la Iglesia.

Es bueno elegir un espacio adecuado en la casa para celebrar y rezar juntos con dignidad y recogimiento. Siempre que sea posible, se puede acomodar un pequeño «lugar de oración» (cf. Catecismo de la Iglesia Católica, 2691) o incluso en un rincón de la casa colocar una Biblia abierta, la imagen del crucifijo, un icono de la Virgen María, una vela o una lámpara encendida.

Cada familia podrá adaptar el esquema conforme a sus posibilidades.

La oración puede ser dirigida por el padre (M) o la madre (M). Cuando todos están reunidos en un lugar adecuado de la casa, quien guía la oración dice:

(M)  En el nombre del Padre, y del Hijo, y del Espíritu Santo.

(T)  Amén.

(M)  Bendito sea Dios, Padre de nuestro Señor Jesucristo.

(T)  Sea por siempre bendito y alabado.

(M)  Con tu gran misericordia,

abre en nosotros caminos de confianza.

(T)  ¡Bendito seas!

(M)  Con tu gran ternura,

renueva en nosotros una esperanza viva,

que no se corrompa, ni se manche.

(T)  ¡Bendito seas!

(M)  Con la fidelidad de tu amor,

quédate con nosotros siempre

y defiéndenos del peligro.

(T) ¡Bendito seas!

(M)  «No os dejaré huérfanos». Los discípulos están experimentando el gozo y la fortaleza que les da la proximidad de Jesús. El miedo de quedarse huérfanos de su apoyo les desorienta. En este momento, Jesús les promete que recibirán como don «otro Paráclito (Defensor)». Para poder estar presente no solo «con» ellos, sino «en» ellos, pide ardientemente al Padre que les envíe quien les defenderá en el peligro y llenará el vacío de su soledad: «el Espíritu de la verdad». Esta promesa no se agota: Jesús, desde el cielo, también reza hoy al Padre, para que el don del Espíritu descienda sobre nosotros y reavive la calidez del consuelo en el secreto silencioso de nuestra desorientación.

(L)  Dios, Espíritu de vida,

tú eres el aliento en nuestra fatiga.

(T)  Ten piedad de nosotros.

(L)  Dios, Espíritu de verdad,

tú eres la voz que guía nuestros pasos.

(T)  Ten piedad de nosotros.

(L)  Dios, Espíritu enviado desde el cielo,

tú eres palabra de futuro.

(T)  Ten piedad de nosotros.

(M)  Oh Dios, que nos has redimido en Jesucristo, tu Hijo

muerto por nuestros pecados

y resucitado a la vida inmortal,

confírmanos con tu Espíritu de verdad,

para que, en el gozo que de ti procede,

estemos dispuestos para dar respuesta a todo aquél

que nos pida razón de la esperanza que hay en nosotros.

Por Jesucristo, nuestro Señor.

(T)  Amén.

TU PALABRA, LUZ PARA NUESTROS PASOS

Se puede aclamar a la Palabra con el canto del Aleluya, con una melodía conocida.

Del evangelio según san Juan                                                                                                           14,15-21

En aquel tiempo, dijo Jesús a sus discípulos: «Si me amáis, guardaréis mis mandamientos. Y yo le pediré al Padre que os dé otro Paráclito, que esté siempre con vosotros, el Espíritu de la verdad. El mundo no puede recibirlo, porque no lo ve ni lo conoce; vosotros, en cambio, lo conocéis, porque mora con vosotros y está en vosotros.

No os dejaré huérfanos, volveré a vosotros. Dentro de poco el mundo no me verá, pero vosotros me veréis y viviréis, porque yo sigo viviendo. Entonces sabréis que yo estoy en mi Padre, y vosotros en mí y yo en vosotros.

El que acepta mis mandamientos y los guarda, ese me ama; y el que me ama será amado por mi Padre, y yo también lo amaré y me manifestaré a él».

Palabra del Señor.

(T)  Gloria a ti, Señor Jesús.

Para meditar el pasaje evangélico de este domingo, puede utilizarse el comentario del anexo.

Después de unos momentos de silencio, proclamamos juntos la fe de la Iglesia, diciendo:

Creo en Dios, Padre todopoderoso,

creador del cielo y de la tierra.

Creo en Jesucristo, su único Hijo, nuestro Señor,

que fue concebido por obra y gracia del Espíritu Santo,

nació de santa María Virgen,

padeció bajo el poder de Poncio Pilato,

fue crucificado, muerto y sepultado,

descendió a los infiernos,

al tercer día resucitó de entre los muertos,

subió a los cielos,

y está sentado a la derecha de Dios,

Padre todopoderoso.

Desde allí ha de venir a juzgar a vivos y muertos.

Creo en el Espíritu Santo,

la santa Iglesia católica,

la comunión de los santos,

el perdón de los pecados,

la resurrección de la carne y la vida eterna. Amén.

A TI ELEVAMOS NUESTRA ORACIÓN

(M)  Dios, nuestro Padre, no nos deja huérfanos: pidámosle con la confianza de hijos, para que nos envíe al Defensor.

(L)  Señor, envía tu Espíritu a tu Iglesia,

que te celebra ahora en sus casas:

(T)  Que esté cerca de los que padecen,

que sea valiente al proclamar la alegría del Evangelio.

(L)  Señor, envía tu Espíritu,

que abra nuestros ojos y nuestros corazones:

(T)  Que nos imprima indeleblemente

palabras de bendición y de esperanza.

(L)  Señor, envíanos tu Espíritu:

(T)  Que nos sorprenda aún el pan partido,

memorial de un amor destinado a todos.

(L)  Señor, envía tu Espíritu;

que disipe los brotes de violencia y encienda la paz en la tierra:

(T)  Que desaparezca la dureza de nuestro corazón

y se manifieste en nosotros la dulzura de tu rostro.

(M)  Tu Espíritu, Señor, es el que hoy y siempre nos invita a llamarte Padre:

(T)  Padre nuestro…

(M)  Señor, no nos has dejado huérfanos;

que el Espíritu, que habita en nuestros corazones,

sea artífice de comunión

entre los hombres y las mujeres,

ahora y siempre, y por los siglos de los siglos.

(T)  Amén.

COMUNIÓN ESPIRITUAL EN ESPERA DE RECIBIR LA EUCARISTIA

Creo, Jesús mío, que estás realmente presente

en el Santísimo Sacramento del Altar.

Te amo sobre todas las cosas

y deseo recibirte en mi alma.

Pero como ahora no puedo recibirte sacramentado,

ven al menos espiritualmente a mi corazón.

Como ya venido, te abrazo y me uno del todo a ti.

No permitas, Señor, que jamás me separe de ti. Amén.

INVOQUEMOS LA BENDICIÓN DE DIOS PADRE

(M)  Padre santo, tú miras y cuidas de todas tus criaturas: cólmanos de tus dones.

(T)  Amén.

(M)  Hijo de Dios, tú nos coges de la mano: guíanos con tu Palabra.

(T)  Amén.

(M)  Espíritu divino, tú inflamas para iluminar: enciende en nosotros la llama de tu amor.

(T)  Amén.

(M)  Señor, bendice el camino de nuestra familia

e infunde en nuestros corazones, hoy y siempre,

la luz y la alegría de tu amor.

(T)  Amén.

Cada uno traza sobre sí el signo de la cruz, mientras el padre (o la madre) continua.

(M)  En el nombre del Padre, y del Hijo, y del Espíritu Santo.

(T)  Amén.

Se puede acabar con la antífona mariana del Tiempo de Pascua, Regina Coeli.

(M)  Reina del cielo, alégrate, aleluya;

(T)  Porque el Señor a quien has merecido llevar, aleluya,

(M)  Ha resucitado según su palabra, aleluya.

(T)  Ruega al Señor por nosotros, aleluya.

(M)  Gózate y alégrate, Virgen María, aleluya.

(T)  Porque realmente ha resucitado el Señor, aleluya.

ANEXO

Para meditar

Cada separación crea desorientación, incluso en los discípulos de Jesús. Con Él a su lado, experimentaron la belleza emocionante de lo imprevisible, han recibido una sacudida que les hace ser creativos, les abre a experiencias que van más allá, y posiblemente, en contra de sus predicciones. ¿Cómo continuar en un camino tan abierto a la novedad, sin tenerlo cerca como punto de referencia fiable y convincente?

También nosotros luchamos por «permanecer» fieles a una relación cuando se nos escapan de las manos las predicciones y los controles, cuando falla la proximidad, la posibilidad de contacto. Jesús, con un «dulce respeto», pero a la vez con determinación bien clara, promete: «No os dejaré huérfanos». Mientras se va, se abre un camino para hacer más sólido el vínculo con los suyos. Él pide ardientemente al Padre que les envíe quien les defenderá de los peligros y les llenará el vacío de su ausencia: «Otro Paráclito (Defensor), el Espíritu de la verdad».

El «Paráclito», el «Defensor», una presencia llamada a permanecer a nuestro lado para defendernos del peligro.

«El otro», otra manera escogida por Jesús para poder estar no solo «al lado», sino para permanecer «en» nosotros para siempre. Un terremoto para nuestra soledad, una medicina para nuestra lucha, para «permanecer» fieles ante la dificultad. El «Espíritu de la verdad», es decir, ese «aliento unido a la palabra» que sabe crear sintonía entre el mandamiento de Dios y el deseo del corazón humano, que nos hace «amar lo que el Padre nos pide».

Que el «Espíritu que sopla donde quiere», venga estos días entre nosotros de nuevo y abra caminos de vida donde todo parece que vacila, y continúe abriendo paso a la obra de la mano de Dios.