Fecha: 19 de septiembre de 2021

El próximo sábado, 25 de septiembre, los diáconos Matteo Bordignon y Santi Martínez serán ordenados presbíteros en la Catedral de nuestra diócesis. Junto a Christian Pinto, ordenado el pasado abril, son tres los nuevos sacerdotes que se incorporan al presbiterio diocesano. Quiero invitaros, en primer lugar, a dar gracias a Dios por estos nuevos sacerdotes que son un regalo para las comunidades cristianas que formamos esta porción del Pueblo de Dios que peregrina hacia el Reino en tierras tortosinas.

La posibilidad del sacerdocio no entra en el horizonte vital de la mayoría de los jóvenes de nuestro mundo, hasta el punto de que muchos no llegan a entender los motivos que justifican una decisión como esta. En épocas pasadas la vocación sacerdotal era una opción social y culturalmente aceptada, e incluso positivamente valorada. A pesar de que la inmensa mayoría de los sacerdotes viven con generosidad y entrega su vocación, hoy no es un ministerio socialmente valorado. Desde un punto de vista humano, estamos ante una decisión que implica una ruptura con los parámetros de la cultura dominante. Por ello hemos de pedir al Señor que les conceda la gracia para vivir su ministerio con sencillez, humildad, alegría y deseo de servirlo con santidad a pesar de las dificultades, la indiferencia e incomprensión que puedan llegar a experimentar en algunos momentos de su vida sacerdotal.

La situación que estamos viviendo puede ser purificadora para la Iglesia, porque evita motivaciones inauténticas en la opción vocacional: hoy no se puede desear el sacerdocio por poder o prestigio. Si nos preguntamos por las razones que pueden llevar a un joven a ofrecerse al Señor y entregarle totalmente su vida y su persona, descubriremos que, en el fondo, solo se explica cuando se vive una amistad con Jesús tan fuerte que le lleva a sentir pasión por su Reino, a amar a todos con el mismo amor de Cristo, a desear que todos los hombres y mujeres de nuestro mundo lleguen a conocerlo y a amarlo. El Señor le confió a Pedro la misión de pastorear las ovejas de su rebaño después de preguntarle tres veces si lo amaba. Os invito a orar para que sean hombres de oración, para que su amor a Cristo no vaya de menos a más, sino que sea cada día más fuerte y se alimente su vida sacerdotal.

Los instrumentos con los que habrán de realizar su misión son sencillos y aparentemente poco eficaces: la Palabra del Evangelio; la celebración de los sacramentos por medio de los cuales llega a todos el amor y la gracia de Dios; la cercanía a las personas, especialmente a los que más sufren; el amor a las comunidades que les serán confiadas, sin fijarse en primer lugar en sus pobrezas, sino en la vida evangélica que hay en ellas; y la oración por todos. Solo de este modo podrán ayudarlas a crecer en la vida cristiana.

Personalmente me interroga siempre un texto de la liturgia de las horas en la fiesta de los santos pastores de la Iglesia: el buen pastor es aquel que ama mucho a sus hermanos, el que ora mucho por su pueblo, el que entrega la vida por sus ovejas. Pidamos al Señor por los nuevos sacerdotes, para que este sea el ideal de sus vidas.