Fecha: 25 de julio de 2021

El día 26 de julio se celebra la memoria de los santos Joaquín y Ana que, según una antiquísima tradición, fueron los padres de la Virgen María, a la que concibieron siendo ya ancianos. El papa Francisco ha determinado que cada año, en un domingo próximo a esta fiesta, se celebre la Jornada Mundial de los abuelos y de los mayores, entre los que él mismo se incluye.

El Papa ha querido instituir esta jornada para que no olvidemos que, en las situaciones difíciles como la que hemos vivido y todavía estamos viviendo a causa de la pandemia, las personas mayores son las que más han sufrido y están sufriendo: “la pandemia (dice el Papa en su mensaje) ha sido una tormenta inesperada y violenta, una dura prueba que ha golpeado la vida de todos, pero que a nosotros mayores nos ha reservado un trato especial, un trato más duro. Muchos de nosotros se han enfermado, y tantos se han ido o han visto apagarse la vida de sus cónyuges o de sus seres queridos. Muchos, aislados, han sufrido la soledad durante largo tiempo”.

La soledad es una experiencia que acompaña la vida de muchas personas mayores y puede constituir una carga pesada. El ritmo de vida característico de nuestra sociedad provoca un aislamiento de los ancianos, que viven la dolorosa experiencia de ser dejados de lado y que se ha agravado en esta pandemia. Muchos tienen la sensación de que son una molestia para sus familias; el sufrimiento de este último año y medio se ha agudizado por la imposibilidad de una relación normal con sus seres queridos, y los que viven en residencias todavía hoy no pueden ver a sus familiares con normalidad. En este tiempo, afirma el Papa, “hemos aprendido a comprender lo importante que son los abrazos y las visitas para cada uno de vosotros, ¡y cómo me entristece que en algunos lugares esto todavía no sea posible!”.

La celebración de esta jornada debería ser una ocasión para que todos nos planteemos cómo acompañamos a los mayores. A través de nosotros deberían sentir la cercanía de Dios, que no los abandona en los momentos de oscuridad y sufrimiento, como no abandonó a los padres de la Virgen María cuando la falta de descendencia parecía matar su esperanza, y les mandó un ángel para consolarlos: “este es el sentido de esta Jornada … ¡Que cada abuelo, cada anciano, cada abuela, cada persona mayor -sobre todo los que están más solos- reciba la visita de un ángel!”. Unas veces tendrá el rostro de sus nietos, otras el de familiares y amigos de toda la vida o de personas que han conocido durante el aislamiento porque les han ayudado en los momentos más difíciles. Lo importante es que a nadie le falte un ángel que les recuerde el amor de Dios.

El Papa invita a los ancianos a no caer en la tentación de pensar que ya han hecho todo lo que tenían que hacer, que su misión ha terminado: “¿Cuál es nuestra vocación hoy, a nuestra edad? Custodiar las raíces, transmitir la fe a los jóvenes y cuidar de los pequeños. No lo olviden. No importa la edad que tengas… porque no hay edad en la que puedas retirarte de la tarea de anunciar el Evangelio, de la tarea de transmitir las tradiciones a los nietos”. Trabajemos para que nuestros mayores no pierdan la ilusión de la fe.