Fecha: 2 de agosto de 2020

Los medios de comunicación, televisión, radio y las retransmisiones por streaming, realmente son muy útiles en días de confinamiento, y en otros momentos que nos acercan a nuestra casa emotivas celebraciones. Pienso en Roma, en Lourdes, en celebraciones únicas como la consagración de la basílica de la Sda. Familia de Barcelona, ​​etc. para que así los cristianos podemos conectarnos y estar unidos de otra manera, seguir la actualidad, escuchar la voz y el magisterio del Papa y de los Obispos, de nuestros sacerdotes y las propias parroquias, con el coraje que nos transmiten. Y siempre podemos comulgar espiritualmente, aunque tuviéramos que permanecer encerrados en casa e imposibilitados de participar presencialmente de la Santa Misa. Igualmente hemos de pedir el perdón con un acto de contrición, cuando los ministros no los tenemos al alcance, siempre en espera de poder confesar los pecados con un sacerdote y recibir así, con certeza, el consuelo y la esperanza para la nuestra conversión, así como ser readmitidos a la comunión plena de la comunidad eclesial y eucarística.

En los momentos de desconfinamiento que se han vivido, allí donde se ha podido porque ha oscilado según las comarcas, y a la espera de una vacuna eficaz, estaremos en suspenso para cumplir las medidas sanitarias. En el inicio del desconfinamiento, los Obispos de Cataluña, en un comunicado del 15 de julio, hemos animado a los fieles católicos a volver, de forma presencial, a la celebración de la Eucaristía dominical, que es la Pascua semanal de los creyentes y el alimento de vida eterna que sostiene nuestra vida cristiana. Así nos lo recuerda el Catecismo de la Iglesia Católica: «la participación en la celebración común de la Eucaristía dominical es un testimonio de pertenencia y de fidelidad a Cristo y a su Iglesia. Los fieles proclaman así su comunión en la fe y la caridad. Testimonian a la vez la santidad de Dios y su esperanza de la salvación. Se reconfortan mutuamente, guiados por el Espíritu Santo.» (CIC nº 2.182).

Conviene recordar que los fieles que, por enfermedad o cualquier otra causa grave, se ven impedidos de asistir a las celebraciones litúrgicas -muchas personas mayores se encuentran en este caso-, que procuren unirse de la mejor manera posible a la celebración de la Misa dominical, preferiblemente con las lecturas y oraciones previstas en el Misal para ese día, así como con el deseo de la Eucaristía y la recitación de la oración de la «comunión espiritual». La retransmisión televisiva, radiofónica o por otros medios de la Eucaristía ha sido durante esta pandemia y lo sigue siendo una preciosa ayuda, sobre todo si se completa con el generoso servicio de los ministros extraordinarios que llevan la comunión eucarística a los enfermos. No tendríamos que dejar de pedir la comunión para los enfermos y ancianos, y seguro que todas las Parroquias harán un esfuerzo por conseguir que Cristo llegue a todo cristiano que lo desea recibir sacramentalmente.

Debemos tener presente que reunirse para la Eucaristía y sobre todo el domingo, el Día del Señor, más que como un precepto, debe ser vivido como una exigencia inscrita profundamente en la existencia cristiana. Es de importancia capital que cada fiel esté convencido de que no puede vivir su fe, con la participación plena en la vida de la comunidad cristiana, sin tomar parte regularmente en la asamblea eucarística dominical (cf. S. Juan Pablo II, Dies Domini nº 81). ¡Debemos desear participar de la Eucaristía dominical y poner los medios necesarios!