Las Delegaciones diocesanas de Liturgia de las Diócesis de la Conferencia Episcopal Tarraconense han traducido un Subsidio litúrgico de la Conferencia Episcopal Italiana que puede ajuyar a orar en estos momentos de epidèmia.

Este es el Subsidio:

CELEBRAR Y REZAR EN TIEMPO DE EPIDEMIA

Esquema elaborado a partir del subsidio de la Comisión Nacional de Liturgia

(de la Conferencia Episcopal Italiana)

 PASCUA

QUINTO DOMINGO

10 de mayo de 2020

Yo soy el camino, la verdad y la vida

La difícil situación que estamos viviendo no nos permite participar en la celebración de la Eucaristía del quinto Domingo de Pascua.

Sugerimos, por lo tanto, un esquema para una experiencia de oración vivida en familia y en comunión con toda la Iglesia.

Es bueno elegir un espacio adecuado en la casa para celebrar y rezar juntos con dignidad y recogimiento. Siempre que sea posible, se puede acomodar un pequeño «lugar de oración» (cf. Catecismo de la Iglesia Católica, 2691) o incluso en un rincón de la casa colocar una Biblia abierta, la imagen del crucifijo, un icono de la Virgen María, una vela o una lámpara encendida.

Cada familia podrá adaptar el esquema conforme a sus posibilidades.

La oración puede ser dirigida por el padre (M) o la madre (M). Cuando todos están reunidos en un lugar adecuado de la casa, quien guía la oración dice:

(M)  En el nombre del Padre, y del Hijo, y del Espíritu Santo.

(T)  Amén.

(M)  Amados por Dios Padre, iluminados por el Espíritu,

escogidos por Jesús, nuestro camino, verdad y vida,

invoquemos para todos la gracia y la paz.

(T)  Bendito sea Dios, Padre de nuestro Señor Jesucristo,

que en su gran misericordia nos ha regenerado a una vida nueva.

(M)  Jesucristo es la Piedra Viva,

desechada por los hombres,

pero elegida y preciosa ante Dios.

(T)  Acércanos a ti, la Piedra Viva.

(M)  Cerca de ti, nuestro camino y vida,

también nosotros llegamos a ser

piedras preciosas para construir

casas abiertas y acogedoras.

(T)  Acércanos a ti, la Piedra Viva.

(M)  Jesucristo, nos has llamado de las tinieblas

a tu luz admirable,

para ser anunciadores de tus obras de bondad.

(T)  Acércanos a ti, la Piedra Viva.

(M)  En la página del Evangelio de este quinto domingo de Pascua, Jesús anuncia su «alejamiento» de los discípulos. También nosotros vivimos en tiempos de «distancia física» de muchos familiares y amigos, distancia que genera incertidumbre y miedo. Nos parece, a veces, que Jesús también está «muy lejos». La fe no nos garantiza una vida sin problemas y dificultades, pero nos ofrece la gracia de poderlos afrontar sin sucumbir. Sigamos a Jesús: Él es el camino, que nos libera del miedo. Si le cedemos sitio, la vida crece en nosotros.

(L)  Ten piedad de nosotros si no hemos dejado a un lado

toda hipocresía, rencillas y murmuraciones.

(T)  Señor, ten piedad.

(L)  Ten piedad de nosotros si no hemos caminado por tus caminos,

y hemos caído en la presunción que no nos hace vivir contentos.

(T)  Cristo, ten piedad.

(L)  Ten piedad de nosotros si no hemos sido vigilantes,

resistiendo firmes en la fe.

(T)  Señor, ten piedad.

(M)  Oh Padre, que te revelas en Cristo maestro y redentor,

haz que, uniéndonos a Él, Piedra Viva, desechada por los hombres,

pero elegida y preciosa ante ti, también seamos erigidos

en sacerdocio real, pueblo santo, templo de tu gloria.

Por Jesucristo, nuestro Señor.

(T)  Amén.

TU PALABRA, LUZ PARA NUESTROS PASOS

Se puede aclamar a la Palabra con el canto del Aleluya, con una melodía conocida.

Del evangelio según san Juan                                                                                                            14,1-12

En aquel tiempo, dijo Jesús a sus discípulos: «No se turbe vuestro corazón, creed en Dios y creed también en mí. En la casa de mi Padre hay muchas moradas; si no, os lo habría dicho, porque me voy a prepararos un lugar. Cuando vaya y os prepare un lugar, volveré y os llevaré conmigo, para que donde estoy yo estéis también vosotros. Y adonde yo voy, ya sabéis el camino».

Tomás le dice: «Señor, no sabemos adónde vas, ¿cómo podemos saber el camino?».

Jesús le responde: «Yo soy el camino y la verdad y la vida. Nadie va al Padre sino por mí. Si me conocierais a mí, conoceríais también a mi Padre. Ahora ya lo conocéis y lo habéis visto».

Felipe le dice: «Señor, muéstranos al Padre y nos basta».

Jesús le replica: «Hace tanto que estoy con vosotros, ¿y no me conoces, Felipe? Quien me ha visto a mí ha visto al Padre. ¿Cómo dices tú: “Muéstranos al Padre”? ¿No crees que yo estoy en el Padre, y el Padre en mí? Lo que yo os digo no lo hablo por cuenta propia. El Padre, que permanece en mí, él mismo hace las obras. Creedme: yo estoy en el Padre y el Padre en mí. Si no, creed a las obras.

En verdad, en verdad os digo: el que cree en mí, también él hará las obras que yo hago, y aun mayores, porque yo me voy al Padre».

Palabra del Señor.

(T)  Gloria a ti, Señor Jesús.

Para meditar el pasaje evangélico de este domingo, puede utilizarse el comentario del anexo.

Después de unos momentos de silencio, proclamamos juntos la fe de la Iglesia, diciendo:

Creo en Dios, Padre todopoderoso,

creador del cielo y de la tierra.

Creo en Jesucristo, su único Hijo, nuestro Señor,

que fue concebido por obra y gracia del Espíritu Santo,

nació de santa María Virgen,

padeció bajo el poder de Poncio Pilato,

fue crucificado, muerto y sepultado,

descendió a los infiernos,

al tercer día resucitó de entre los muertos,

subió a los cielos,

y está sentado a la derecha de Dios,

Padre todopoderoso.

Desde allí ha de venir a juzgar a vivos y muertos.

Creo en el Espíritu Santo,

la santa Iglesia católica,

la comunión de los santos,

el perdón de los pecados,

la resurrección de la carne y la vida eterna. Amén.

A TI ELEVAMOS NUESTRA ORACIÓN

(M)  Confiemos al Señor nuestros anhelos. Él, camino que conduce a la vida verdadera, él que revela el significado que habita en las cosas.

(L)  Tú, Señor Jesús, eres el único camino de acceso al Padre.

Tu vida, tus palabras, tus gestos nos hablan de tu hogar acogedor:

(T)  Haz que seamos testimonios de la inmensidad del corazón de Dios.

(L)  Tú eres el camino, Señor.

Libéranos de la magia vacía e inerte de los ídolos:

(T)  Haz que, contemplando el resplandor del tu rostro,

nos veamos iluminados por ti todos los días.

(L)  Tú eres la verdad de la vida, Señor.

Te confiamos a nuestros hijos, a los chicos y chicas de nuestra comunidad:

(T)  Haz que tu Espíritu les recuerde tus palabras,

les suscite el entusiasmo, la riqueza de dones, la belleza de la vida.

(L)  Tú eres la verdad, Señor,

pero nosotros no te conocemos:

(T)  Libéranos de todo tipo de arrogancia

y haznos buscadores incansables de tu rostro.

(L)  Señor, vivimos días de desconcierto por la dureza de la vida:

(T)  Nosotros confiamos en tu Palabra que nos promete vida.

(M)  Presentemos hoy al Padre nuestra petición y súplica con la oración que se nos dio en el Bautismo:

(T)  Padre nuestro…

COMUNIÓN ESPIRITUAL EN ESPERA DE RECIBIR LA EUCARISTIA

Creo, Jesús mío, que estás realmente presente

en el Santísimo Sacramento del Altar.

Te amo sobre todas las cosas

y deseo recibirte en mi alma.

Pero como ahora no puedo recibirte sacramentado,

ven al menos espiritualmente a mi corazón.

Como ya venido, te abrazo y me uno del todo a ti.

No permitas, Señor, que jamás me separe de ti. Amén.

INVOQUEMOS LA BENDICIÓN DE DIOS PADRE

(M)  Padre santo, bendice a nuestra familia:

que no nos falte la confianza en ti ante las pruebas de la vida,

el desánimo, la tentación de la tibieza.

Llénanos de alegría incluso en la aflicción y las dificultades que encontremos.

Haz que todos seamos piedras vivas construidas como edificio espiritual,

cimentado sólo en Jesucristo, tu Hijo y nuestro hermano,

piedra angular, escogida y preciosa, el testimonio fiel,

el primogénito de entre los muertos,

aquel que jamás nos abandona.

(T)  Amén.

Cada uno traza sobre sí el signo de la cruz, mientras el padre (o la madre) continua.

(M)  En el nombre del Padre, y del Hijo, y del Espíritu Santo.

(T)  Amén.

Se puede acabar con la antífona mariana del Tiempo de Pascua, Regina Coeli.

(M)  Reina del cielo, alégrate, aleluya;

(T)  Porque el Señor a quien has merecido llevar, aleluya,

(M)  Ha resucitado según su palabra, aleluya.

(T)  Ruega al Señor por nosotros, aleluya.

(M)  Gózate y alégrate, Virgen María, aleluya.

(T)  Porque realmente ha resucitado el Señor, aleluya.

ANEXO

Para meditar

El libro de los Hechos de los Apóstoles, al principio del capítulo sexto, nos narra como ya en la primera comunidad cristiana, cuando aún se vive el entusiasmo de los inicios del cristianismo, surgen desacuerdos que se expresan en murmuraciones, motivados por la discriminación en la distribución de la ayuda a las viudas. Pero los Apóstoles reaccionan bien: no se encierran resentidos ante las protestas, sino que las afrontan con creatividad. ¡En la comunidad hay sitio para todos! Para servir a los pobres de todas las lenguas y culturas instituyen un nuevo servicio: los diáconos. Demuestran que son una comunidad ágil, abierta a les necesidades de las personas y a la iluminación del Espíritu Santo.

Incluso los discípulos, cuando Jesús les anuncia su «alejamiento», experimentan incerteza y conturbación, por miedo de estar solos y sin un lugar en la vida. Sus preguntas, un poco precipitadas, denuncian una única preocupación: quieren saber. «Señor, no sabemos adónde vas, ¿cómo podemos saber el camino?», dice Tomás. Después Felipe: «Señor, muéstranos al Padre y nos basta», y quería conocer la meta. Jesús les responde apelando repetidamente a la fe: «Creed en Dios y creed también en mí… Hace tanto que estoy con vosotros, ¿y no me conoces, Felipe?… Creed en mi… El que cree en mi…». Jesús quiere decirnos: permaneced en mi y en el Padre: solo aquí encontraréis la estabilidad de una existencia construida sobre la roca. Y entonces Jesús les revela el secreto de su identidad: «Yo soy el camino y la verdad y la vida». La identidad de Jesús es dinámica, en movimiento: Me voy de vosotros, pero lo hago por vosotros, voy a prepararos un lugar, luego volveré de nuevo con vosotros para haceros vivir siempre junto a mí. Conocer el camino, vislumbrar la meta sucede por Revelación, que siempre se produce viviendo en relación. Esta es la verdad de la vida: La relación con Jesús; cuanto más espacio le demos, más crece la vida. «Porqué para mi, vivir es Cristo», dirá san Pablo (Filipenses 1,21).

Para no caer en aquella presunción que provoca la tristeza del descontento, dejemos que el Señor actúe en nosotros: Seremos piedras vivas, no ladrillos; caminaremos por caminos abiertos a la novedad, no bloqueados por esquemas rígidos; construiremos casas acogedoras, como lo es la casa de Dios Pare.