Fecha: 30 de agosto de 2020

Al sufrimiento personal y familiar que nos está provocando la pandemia del Covid19 se ha añadido una nueva crisis de gran importancia social y económica, provocada por el cierre de empresas y plantas de producción en Cataluña. Se perderán muchos puestos de trabajo directos y más de indirectos. Ante el sufrimiento provocado por esta crisis, la Iglesia no puede permanecer insensible al dolor que sufre la sociedad, personas y familias, a consecuencia de coyunturas económicas y sociales. Así hablaban los Obispos de Cataluña el 9 de junio y ahora presento un resumen de su Nota.

En medio de este problema complejo, hay que dinamizar la solidaridad con las personas afectadas por el cierre de empresas y negocios, secundar todas las acciones que, respetando los derechos de todos y por medios pacíficos, se lleven a cabo con el fin de buscar soluciones justas en el marco del bien común.

La Doctrina Social de la Iglesia defiende una economía al servicio de la persona humana. Una economía que garantice a las personas un trabajo digno, con un salario digno que permita el acceso a una vivienda digna y al sostenimiento familiar. Hay que hacer, pues, un esfuerzo social por parte de todos, para mantener las fábricas allí donde están y buscar nuevas oportunidades para que éstas puedan consolidarse y sostenerse. Las salidas de la crisis no se darán sin el diálogo, el acuerdo y la colaboración de los tres ámbitos implicados en el fenómeno productivo: los trabajadores, los empresarios y las autoridades políticas.

Los Obispos de Cataluña hacíamos una llamada a la esperanza fundamentada en la capacidad creativa de las personas. Sólo la confianza y la creatividad, con la firmeza para que se creen las condiciones adecuadas para la inversión y el desarrollo de nuevas iniciativas industriales respetuosas con el medio ambiente o los nuevos servicios con valor añadido, serán capaces de crear economía real y generar nuevos puestos de trabajo dignos.

También en su Nota se hacía una llamada a un cambio de paradigma para que toda la sociedad participe activamente en el desarrollo y la realización de proyectos de futuro, que tengan como base una industria más potente y líder, con la creación de sinergias internacionales. Una llamada, pues, al trabajo conjunto de los investigadores, economistas, técnicos de todo tipo, etc., para que junto con las administraciones, los empresarios, las universidades, el mundo civil y el sector público sean capaces de crear un tejido industrial que genere puestos de trabajo dignos y oportunidades para los más jóvenes. Para hacerlo posible es necesario construir puentes para que sean superados los recelos y las visiones excluyentes. Hoy es más necesario que nunca que la iniciativa privada y la pública vayan de la mano para hacer posible un nuevo resurgimiento económico y social en el que todos puedan encontrar sus oportunidades.

Al final pedían que los católicos y las personas de buena voluntad, particularmente aquellos con más capacidades y responsabilidades, colaboremos en una reflexión más profunda y creativa, y a poner los recursos al alcance de la sociedad para construir una economía más justa y equitativa. El Evangelio de Jesús inspira una transformación radical de vida, con su mensaje de justicia, esperanza y fraternidad. Invoquemos al Espíritu Santo, que hace posible la creatividad y la perseverancia, para que derrame sobre nosotros la riqueza de sus dones.