Fecha: 9 de marzo de 2025
El pasado miércoles empezamos el tiempo de Cuaresma que nos prepara para la celebración de la Pascua del Señor. Son cuarenta días de reflexión pidiendo por la conversión personal y pastoral de todo cristiano en la Iglesia y en el mundo. La imagen de camino transitado por cada uno de nosotros es muy sugerente y propicia una aceptación del lema propuesto por el papa Francisco para el Jubileo de este año: Peregrinos de esperanza. Son dos palabras que se complementan y explican el sentido profundo de este año. Caminamos cada individuo según su propia responsabilidad pero junto a muchos otros en el interior de la comunidad eclesial con el objetivo de servir a la sociedad que nos rodea presentando la persona de Jesucristo con todo lo que ello supone de compromiso y de esperanza cierta en una meta anunciada a la que llegaremos sostenidos por la gracia.
Habéis comprobado cómo durante este año acentuamos los aspectos más importantes de la vida cristiana que nos sugiere el Papa en la convocatoria jubilar. Deseo que las distintas reflexiones y aportaciones que nos dirijamos unos a otros nos ayuden a profundizar en las virtudes cristianas evitando cansancios de tanto oír y repeticiones de tanto hablar. Las gentes de CÁRITAS editan cada año un libro para facilitar la vivencia del tiempo cuaresmal. Lo proponen para todos y es conocido y utilizado por muchos de vosotros. El libro de este 2025 lleva por título Allí donde nos necesitas, abrimos camino a la esperanza. Me parece muy apropiado. Os ofrezco algunas frases, párrafos y titulares para que sea conocido por muchos más lectores de todos los sectores sociales y eclesiales.
Caminar es un acto de esperanza, saber que llegaremos a una meta, sin tener la certeza de cómo será el camino, de cómo debemos transitarlo y de qué alegrías y obstáculos nos encontraremos en él. El tiempo cuaresmal nos invita a ponernos en pie, a coger nuestro bastón y una pequeña mochila y avanzar hacia la meta de la Pascua, al encuentro del que da sentido a nuestra vida, Jesús.
Necesitamos esperanza. Todos coincidimos en que el mayor dolor que estamos viviendo en la actualidad es la realidad de las guerras, todas las situaciones de violencia y conflicto que impiden vivir en la paz y en la armonía para la que fuimos creados. Nos duele la tragedia de una humanidad que se olvida de los dramas del pasado y vuelve a tropezar en la brutalidad de la violencia. Ante todo ello hay muchos grupos humanos que se desaniman, se angustian o se hunden. El papa Francisco propone unos signos de esperanza que, tras la descripción de los efectos negativos de las distintas situaciones, nos señala las luces que levantan el ánimo y la confianza. Aceptando la vulnerabilidad existen caminos para la esperanza. Incluso Jesús se presenta como un hombre vulnerable, desde el pesebre hasta la cruz. Su vida es un ejemplo de que cuidar a los demás, empezando por las personas más frágiles, es el camino para una vida más plena.
Mi vulnerabilidad es un reflejo del camino de Jesús hacia la Pascua. En la sociedad actual, marcada por el individualismo y la autosuficiencia se han producido grandes descuidos en cuanto a nuestra pequeñez y la solidaridad con los demás. Recordad una vez más el contenido de la encíclica Fratelli tuti donde el papa Francisco nos apunta las exigencias de la fraternidad, que no es una opción entre otras sino el germen esencial por el que podemos descubrir la paternidad de Dios. Y todo ello desde la bondad, desde la sobriedad, desde la hospitalidad fraterna, desde la ternura. Como veis nuestro recorrido tiene muchos matices que nos permiten atisbar la presencia de Jesucristo en medio de nosotros.
Quiera Dios que los cristianos sean luces del Resucitado para proponer a todos un camino nuevo, lleno de esperanza, que conduce hasta la Pascua.