Fecha: 4 de mayo de 2025
El papa Francisco vino del “fin del mundo”, llegó de una periferia geográfica llena de vida al centro del catolicismo para poner las periferias existenciales y a quienes las habitan en el corazón de la misión de la Iglesia. Francisco ha sido un Pastor Universal que se entendía a sí mismo como discípulo misionero. Sus doce años de servicio y magisterio han iniciado la llamada a poner a la Iglesia en estado permanente de misión, en salida sinodal. No hay misión sin testimonio. En un momento global que necesitaba testigos más que maestros, el papa Francisco ha sido sobre todo testigo del Resucitado y después maestro en el discernimiento y la santidad de la puerta de al lado. En una Iglesia hospital de campaña, Iglesia que se mira en el icono del buen samaritano y de la mujer samaritana, Francisco propuso el fenómeno de las migraciones como el “signo de los tiempos”, de nuestro tiempo. Y no se equivocó. Al hacerlo consiguió despertar conciencias con una sola palabra pronunciada sobre el Mar Mediterráneo convertido en fosa común: vergüenza. Nos enseñó que la indiferencia y la cultura del descarte también matan. Amigo de la vida y de los pobres quiso reformar la Iglesia desde la cercanía a los descartados de todo tipo. Entre ellos las personas migradas y refugiadas portadoras de un mensaje divino.
En la tradición de los profetas y en continuidad con sus predecesores, Francisco con gestos, encuentros, viajes y palabras dejó un legado a su Pueblo y un mensaje a la humanidad. Aunque algunos se nieguen a reconocerlo, sabemos que el Dios de Jesús nos habla por medio de las personas en movilidad humana forzada. Nos habla en una Encarnación continuada a través de rostros, historias de lucha, superación, a través de redes de solidaridad que se tejen por todo el mundo. Dios camina con ellas y ellos, nos llama a hacer un “nosotros” cada vez más grande. Francisco no se limitó a hablar de las personas migradas sino a hablar con las personas migradas. Nos invitó a mirar a los ojos y a escuchar con el corazón.
Para el papa Francisco los migrantes y refugiados fueron prioridad, porque en ellos encontramos al Señor y porque con ellas y ellos aprendíamos a desarmar las injusticias, violencias y desigualdades que empujan a dejar el propio país en busca de un futuro. Francisco que inició su ministerio en Lampedusa estuvo a punto de concluirlo en las Islas Canarias, del Mediterráneo al Atlántico, llevó siempre a las personas migradas y refugiadas en el corazón y para siempre los ha colocado en el corazón pastoral de la Iglesia, donde palpita el Corazón de Cristo, buen Pastor.