Fecha: 11 de mayo de 2025
El próximo doce de mayo celebraremos la festividad de uno de los santos más queridos y populares en todo el mundo. Se trata de san Pancracio. Podemos encontrar su imagen en muchas iglesias, comercios y viviendas de nuestros pueblos y ciudades. Los devotos de san Pancracio acostumbran a poner una ramita de perejil a los pies del santo y le piden que les ayude a tener buena salud y un trabajo próspero.
San Pancracio nació en el siglo III en una ciudad de Asia Menor. Cuentan sus biógrafos que sus padres fallecieron cuando era niño y quedó a cargo de su tío Dionisio. Ambos se trasladaron a vivir a Roma. Fue en Roma donde Pancracio y su tío, gracias al testimonio de los cristianos que allí vivían, conocieron a Cristo y se bautizaron. Al cabo de unas semanas de bautizarse Dionisio falleció y Pancracio se quedó solo.
Explican los cronistas que, en aquellos días, el emperador promulgó un decreto contra los cristianos. Pancracio, junto a otros compañeros de fe, fue arrestado y encarcelado. Durante el proceso a que fue sometido no quiso abandonar la fe en Cristo. Fue condenado a muerte y ejecutado con tan solo catorce años.
El testimonio de este santo puede ayudar a todas aquellas personas que, como él, en algún momento de su vida se han quedado solas. Pancracio se queda sin familia, pero tiene la compañía de Dios. Todos podemos hacer nuestras las palabras del salmo: «si mi padre y mi madre me abandonan, el Señor me recogerá» (Sal 26,10). Él es nuestro Padre, siempre estará a nuestro lado y nos dará su consuelo y apoyo.
San Pancracio es también un modelo para los jóvenes. Conoce a Cristo y lo pone en el centro de su vida. Es un joven, que, en palabras del papa Francisco, se siente «atraído por ese rostro tan amado, que adoramos en la Sagrada Eucaristía y reconocemos en la carne del hermano sufriente» (Christus vivit, 299).
San Pancracio es representado en las imágenes como un joven vestido con una túnica romana. Suele llevar un libro abierto con la inscripción latina Venite ad me; et ego dabo vobis omnia bona (venid a mí y os daré toda clase de bienes). Esta frase, inspirada en el libro del Génesis (Gen 45,18), nos anima a acercarnos con confianza a Dios Padre y a pedirle todo lo que necesitamos. Esta inscripción seguro que nos recuerda las palabras de Jesús cuando dice: «Venid a mí todos los que estáis cansados y agobiados, y yo os aliviaré» (Mt 11,28).
Podemos venerar la imagen de este querido santo en la parroquia de san Pancracio del barrio de Poblenou de Barcelona. Desde allí, nuestro santo vela por todos los fieles. Entre ellos, por los de la escuela La Sagrera, que atiende a chicos con necesidades educativas especiales, y a los que tuve el gozo de visitar hace unos meses. También encontraremos a san Pancracio en una de las capillas de la basílica de Santa María del Pi. Cuentan algunos historiadores que durante la Guerra Civil su imagen no fue destruida porque el pueblo consideraba que era un santo que velaba por los más humildes. A menudo la gente decía: «este es de los nuestros».
Queridos hermanos y hermanas, pidamos a san Pancracio que interceda por nosotros y nos ayude a ser apóstoles valientes, a poner nuestra confianza en Dios y a afrontar el futuro con alegría y esperanza.