Fecha: 11 de mayo de 2025
Estimados hermanos y hermanas:
«Jesús, el Buen Pastor, nos llama por nuestro nombre y nos cuida con infinita ternura. Él es la puerta, y quien entra a través de Él tiene la vida eterna. Él es nuestro futuro, un futuro de «vida en abundancia» (Jn 10, 10), confesó el Papa Francisco al referirse al Señor como ese pastor que conoce sus ovejas y da la vida por ellas, cada día, muriendo y resucitando por nosotros.
Este domingo del Buen Pastor, celebramos la Jornada Mundial de Oración por las Vocaciones y la Jornada de Vocaciones Nativas. Dos caminos vocacionales que llevan a un horizonte común, y es que nuestra vida consiste en seguirle hasta amar como Él amó, hasta la extenuación, entregando libremente la vida por amor para cumplir, así, la voluntad del Padre.
El Santo Padre, en su mensaje para la XCIX Jornada Misionera Mundial 2025 eligió el lema Misioneros de esperanza entre los pueblos. Este mensaje «recuerda a cada cristiano y a la Iglesia, comunidad de bautizados, la vocación fundamental a ser mensajeros y constructores de la esperanza, siguiendo las huellas de Cristo».
En su carta, nos anima a caminar tras las huellas de Cristo, nuestra mayor esperanza, quien «pasó haciendo el bien y curando a todos» (cf. Fets 10, 38), devolviendo a los necesitados, a los olvidados y al pueblo un futuro lleno de esperanza (cf. Jr 29, 11).
La Jornada Mundial de Oración por las Vocaciones procura suscitar en el joven de hoy la pregunta por su vocación: ¿para quién soy? ¿qué hago aquí? ¿dónde quiere Dios que asiente mi corazón de barro hasta hacerme suyo, para siempre, con el molde apacible de sus manos? Para ello, necesita la ayuda de la comunidad cristiana, que camine con él y promueva su discernimiento con la oración, la escucha y el acompañamiento.
Por su parte, la Jornada de Vocaciones Nativas sostiene las vocaciones consagradas que nacen en los territorios de misión, para que ninguna se pierda por falta de recursos. Una labor que no necesita, únicamente, de la oración, sino también de la colaboración económica.
El Señor anhela derramar sobre nuestra fragilidad y la de cada uno de estos misioneros el aceite del consuelo y el vino de la esperanza, que nacen de los ojos del Buen Samaritano, como imagen del Buen Pastor que sale al encuentro de cada hombre y mujer que sufren, hasta dar la vida por ellos.