Fecha: 25 de mayo de 2025

Escribo estas líneas el día después de la elección del papa León. Antes de nada, quiero expresar nuestro afecto y acogida incondicional como diócesis. Nuestra gratitud al Espíritu Santo y a los cardenales electores que más allá de cualquier lectura de novela sobre posibles intrigas o maniobras, han sabido escuchar y discernir juntos el Pastor Universal que necesita ahora nuestra Iglesia y nuestro mundo. Ha habido sorpresa en la persona del elegido y en su nombre. Toca evitar lecturas superficiales y sobre todo concederle oración, comprensión, colaboración y tiempo. Su figura, su sonrisa y sus primeras palabras conectan bien con la primavera de la Pascua y la primavera que soñaba el papa Francisco. Esa primavera que se fundamenta en la paz que sólo Jesús Resucitado ofrece y regala. León es un nombre y un pastor que evoca Doctrina Social, valentía y misión. Creo que es un Papa que trae luz, que no buscará brillar sino alumbrar. Con la sabiduría de los hijos de San Agustín.

Intuyo que el Espíritu Santo ha buscado un hijo de su tiempo sin nostalgias del pasado, fiel a una tradición que sabe evolucionar. Un pastor de síntesis, conexiones y consensos. En un mundo herido por tantas guerras ha sido esperanzador oírle hablar con firmeza de una paz desarmante y desarmada. Cuando desde intereses políticos espurios se azuzan las polarizaciones ha sido tranquilizador oírle convocar a construir puentes. Y cuando algunas voces aconsejaban aparcar el proceso sinodal ha dejado claro que es un proceso imparable. Confío en que León, aunando valentía y humildad, amor a los pobres y olor a oveja, sabiduría y misericordia, ayude a todo el Pueblo de Dios a profundizar en la identidad misionera y evangelizadora. Y se convierta para el mundo en un eco de las ocho bienaventuranzas de Jesús.

Confío en que la nueva etapa que inaugura un nuevo pontificado nos ilusione a todos y que sea un impulso del Espíritu para una Iglesia samaritana y en salida, done vivir la unidad en la diversidad. Donde sobre todo logremos ofrecer espacios para el encuentro gozoso con Cristo Resucitado y nos convirtamos en testigos de la alegría del evangelio. El evangelio de la vida y de la paz. Gracias Francisco, bienvenido León.