Fecha: 15 de junio de 2025

Estimados hermanos y hermanas:

Hoy, cuando celebramos la solemnidad de la Santísima Trinidad y la Jornada Pro Orantibus, hacemos memoria de las vocaciones contemplativas: un rincón esencial de la Iglesia que, con su vida de oración, trabajo y silencio, ofrece un testimonio derramado de amor a Dios y a los hermanos.

La vida contemplativa es un don inestimable para toda la Iglesia, una presencia silenciosa pero fecunda, una respuesta profundamente radical al amor de Dios. Es una escuela donde se aprende a vivir el primado absoluto del amor sobre cualquier cosa, una escuela donde se aprende a amar a Dios con todo el corazón y al prójimo como a uno mismo.

En nuestra diócesis tortosina tenemos varios monasterios, que son un inmenso don de Dios, un oasis de vida en medio de una impetuosa tormenta de ruido, celeridad y apuro. Dos monasterios de Carmelitas, uno de Trinitarias, uno de Mínimas, otro de Cartujanas, dos de Agustinas, uno de Clarisas y otro de Clarisas de la Divina Providencia, forjan la vida interior de Tortosa, la que acontece en un silencio enraizado en lo profundo del ser humano.

Ser contemplativo es ser levadura de una Iglesia que espera con el que espera, que sufre con el que sufre y que ama con el que ama. Una llamada a vivir en el corazón del Evangelio mediante una oración que nunca descansa, porque es un puente de intercesión que nace del Costado de Cristo para dar fruto en quien anhela renacer bajo la simiente de la resurrección.

Este día de la Santísima Trinidad, la Iglesia nos invita a rezar por aquellos y aquellas que rezan continuamente por nosotros, mediante una llamada particular a entregar la vida al Señor, haciendo de la plegaria el principio fundamental de la vida.

Jesús nos recomienda «orar siempre sin desfallecer» (Lc 18, 1). Al fin y al cabo, en esto conocerán todos que somos discípulos del Maestro, si tenemos amor los unos por los otros (cf. Jn 13,35) y lo mostramos de esta manera; cuando nadie nos ve, cuando se apagan los focos, cuando sólo queda el encuentro entre Dios y nosotros.

Cada monasterio hace resucitar la esperanza del creer, hecha carne en la vida cotidiana, cultivando la oración, la fraternidad, la celebración, la hospitalidad y la caridad. Oremos por los contemplativos, haciéndonos uno con ellos en sus oraciones; acerquémonos a su hogar, al silencio de su celda, y peregrinemos a su lado desde la oración, para que sigan siendo testigos del amor recibido del rostro más tierno de Dios.