Fecha: 19 de octubre de 2025
Hoy celebramos la solemnidad de la Virgen de la Salud en nuestra diócesis de Terrassa. Felicitamos a María, nuestra Madre, en su día y felicitémonos también nosotros. Desde el año 2008 se venera como patrona de la diócesis, aquella que en el santuario de Sabadell es invocada desde antiguo como Fuente de Salud.
Desde el hallazgo de la imagen, la devoción a la Virgen María en este lugar junto a la fuente homónima, fue creciendo y alimentando la vida espiritual de los habitantes de Sabadell. La veneración a la Virgen es igual en todos los santuarios y ermitas del mundo, pero en cada lugar toma un acento concreto. En cuanto a nosotros, en nuestra diócesis toma este: María es de quien nos brota el agua de la vida, es la fuente de la gracia, de la salvación, de nuestra salud.
En la Pasión, al pie de la cruz, María recibe el encargo de convertirse en madre de toda la Iglesia, de todos los creyentes: «Mujer, ahí tienes a tu hijo […] Aquí tienes a tu madre» (Jn 19,26-27). Como todas las madres, vela por cada uno de sus hijos con solicitud maternal. Y como todas las madres que siempre quieren lo mejor para sus hijos, en este caso María nos da lo mejor, que es Cristo, su Hijo. Y con Cristo, nos lo da todo. Unida a la voluntad del Padre, de dárnoslo todo, nos da a su Hijo amado, convirtiéndose en ella, fuente de la salvación y también fuente de la misericordia.
En este sentido, alabando a la Virgen, San Bernardo decía: «Que corra, pues, hacia esta fuente abundante nuestra alma sedienta; que nuestra miseria recurra insistentemente a ese cúmulo de misericordia». Ciertamente, debemos correr, correr hacia el lugar de donde nos brota el agua de la vida, para tener nosotros vida, vida verdadera. De ahí que necesitamos también implorarla como madre de misericordia, para que nos obtenga de Cristo su misericordia y nos enseñe a nosotros a ser más misericordiosos.
Si nos acercamos a ella, nuestra Madre, no solo recibiremos a Cristo, sino que también nos enseñará qué significa encarnar en nosotros los sentimientos de Cristo, los mismos que ella vivió en su vida: «sentimientos de compasión, de bondad, de humildad, de serenidad, de paciencia» (Col 3,12). Ella nos enseñará cómo se atraviesa la puerta de la humildad, la que nos introduce en la verdadera vida espiritual, reconociendo la magnificencia del Señor y nuestra pequeñez (cf. Lc 1,46-47). No dejemos nunca de invocarla, de tenerla presente, de confiarle nuestros corazones, porque ella siempre nos conducirá hasta el Señor y siempre nos dirá: «Haced todo lo que él os diga» (Jn 2,5).
Acabemos uniéndonos de nuevo a san Bernardo orando a María: «Y en ese día que con tanta solemnidad y alegría celebramos, todos vuestros siervos que invocan y alaban el santísimo nombre de María, reciban, por medio de ti, Reina clementísima, los dones de la gracia de Jesucristo nuestro Señor que es Dios bendito por siempre.» ¡Feliz fiesta para todos!