Fecha: 23 de noviembre de 2025

Hay dos momentos en el evangelio en los que Jesús pide rezar por una intención concreta. Uno de ellos es orar siempre para no caer en el pecado, porque la carne es débil, y lo hizo al inicio de su pasión, en el huerto de Getsemaní: «Velad y orad, para no caer en la tentación» (Mt 26, 41).

Otro es cuando dijo a sus discípulos: “Orad, pues, al dueño de la mies que envíe segadores a sus sembrados” (Mt 9,38). Es una petición que el evangelista Mateo sitúa después del Sermón de la Montaña y en plena actividad de Jesús, curando enfermos, llamando a los primeros discípulos a seguirle y viendo con compasión a aquellas multitudes desorientadas y abatidas, “como ovejas sin pastor”. Es en el contexto de su misión que el Señor pide rezar al dueño de los sembrados que envíe más trabajadores a su mies.

Con el paso del tiempo es evidente que la situación y los contextos sociales han cambiado mucho, pero la misión continúa siendo la misma y la percepción de que las multitudes necesitan la luz y el gozo del evangelio está también ahora presente en el mundo en que vivimos. Nuestro mundo necesita hombres y mujeres de esperanza que sean verdaderos discípulos misioneros para que la Buena Nueva resuene en los corazones de todos los hombres y mujeres.

Nuestras diócesis experimentan la necesidad de estos discípulos misioneros. El contexto social que vivimos, plural, secularizado, multicultural, hiperconectado y con muchas personas que viven en las periferias sociales y existenciales, es el lugar y el tiempo en el que el Señor nos ha puesto para hacer presente la alegría de fe, el sentido de la esperanza y la vivencia del amor. Él nos envía a llevar su vida al mundo: “Id, pues, a todos los pueblos y haced discípulos míos, bautizándolos en el nombre del Padre y del Hijo y del Espíritu Santo y enseñándoles a guardar todo lo que os he mandado” (Mt 28,19-20). La oración para que envíe trabajadores a sus sembrados surge de su envío, de la misión que nos ha encomendado y se fundamenta en la fe en su palabra. Este año han empezado este curso 20 seminaristas en nuestro seminario y es evidentemente un gran motivo de alegría y esperanza.

Y rezamos con la misma insistencia que el Señor haga descubrir el gozo de la vida como consagración a través de los institutos religiosos y la dedicación a obras apostólicas (la enseñanza, la asistencia, los hospitales, la clausura de un monasterio donde late el corazón de la Iglesia…). Desde la pastoral de jóvenes se fomenta entender la vida como vocación y descubrir la propia de cada uno con testimonios de vida de laicos comprometidos, de matrimonios cristianos, de sacerdotes entregados y de religiosos y consagrados a Jesucristo y a su Reino. Las familias cristianas son la cuna donde, sobre todo, nacen y crecen las semillas de la llamada al seguimiento del Señor.

La “Cadena de oración por las vocaciones” es una oportunidad para intensificar esta oración en nuestras comunidades parroquiales, en los movimientos, en las escuelas y en todos los ámbitos eclesiales. Un mes dedicado a pedir al Señor que envíe trabajadores a sus sembrados, y que para nuestra diócesis de Terrassa se concreta especialmente en los días 10, 20 y 30 de noviembre. A su vez es una oportunidad para crear grupos de oración por las vocaciones en nuestras parroquias y comunidades.