Fecha: 29 de junio de 2025

La iglesia parroquial no es solo un edificio funcional. Es lugar sagrado, consagrado a Dios, símbolo visible de su amor en medio del mundo. Cuando una iglesia está abierta, Cristo mismo abre los brazos a todo el mundo. Es una invitación constante a entrar, a rogar, a encontrar la paz. En un mundo que corre y a menudo no escucha, las puertas abiertas de una iglesia son una palabra sin palabras, un silencio que llama: «Dios está aquí, te espera».

La iglesia abierta a lo largo del día, acoge el llanto de quien sufre, la súplica de quien busca, la gratitud de quien ama, la celebración de la fe y la vida. Es refugio y fuente. Es testigo de generaciones que han encontrado en ella consuelo, sentido, redención. Y es, también hoy, el corazón espiritual de cada comunidad, por pequeña que sea.

La Iglesia no es solo la comunidad, sino también la casa que la hace visible y tangible. Cuando cerramos las puertas de nuestras iglesias por carencia de recursos económicos o humanos, por cuestiones de seguridad o por desaliento, cerramos un rostro de Cristo al mundo. Mantenerlas abiertas es un acto de confianza en el Espíritu Santo, que sigue actuando.

Cataluña, con su diversidad y pluralidad, necesita presencias discretas pero reales del Misterio de Dios. En un entorno marcado por la secularización, el pluralismo religioso, por la búsqueda espiritual y también por el vacío existencial, una iglesia con horario amplio de puertas abiertas es un gesto sencillo de misión. No hacen falta grandes palabras: solo estar. Y en este ser, Dios obra.

En un tiempo en que muchas realidades parecen diluirse, mantener nuestras iglesias y capillas del Santísimo abiertas y accesibles a la oración es un signo de esperanza.