Fecha: 8 de junio de 2025

Esto es lo que significa la expresión «Pentecostés». Cincuenta días después de resucitar y después también de su regreso feliz y glorioso al Padre, Jesús cumplió su palabra de no dejarnos nunca solos: «Yo estaré con vosotros día tras día hasta el fin del mundo», y envió al Espíritu Santo a la Iglesia recién nacida.

No hace muchos días que hemos podido comprobar la realidad de la presencia del Señor en la Iglesia cuando vimos salir al balcón principal de la basílica de San Pedro del Vaticano al sucesor de san Pedro. Habíamos vivido la enfermedad del Papa Francisco y aunque parecía que todo apuntaba a una mejoría de su salud, el Señor dispuso darle el merecido descanso y llevarlo con Él a la gloria. Y la prueba de la presencia de Jesús vivo y resucitado en la Iglesia, que somos todos los bautizados, es que después de dos días de cónclave y de la típica «fumata blanca» pudimos ver a un hombre vestido de blanco, un hombre como nosotros, desconocido para la mayoría de nosotros, el nuevo obispo de Roma, el sucesor de san Pedro.

Quiero recordar hoy aquí algunas de sus palabras en la homilía de inicio de su ministerio el pasado domingo 18 de mayo. Decía el Papa León en aquella ocasión: «Acompañados por vuestras oraciones, hemos experimentado la obra del Espíritu Santo, que ha sabido armonizar los diferentes instrumentos musicales haciendo vibrar las cuerdas de nuestro corazón en una única melodía… Fui elegido sin tener ningún mérito y, con temor y trepidación vengo a vosotros como un hermano que quiere hacerse servidor de vuestra fe y de vuestra alegría, caminando con vosotros por el camino del amor de Dios, que nos quiere a todos unidos en una única familia».

Estas palabras del Santo Padre nos afianzan en nuestra fe en el Espíritu Santo, en su presencia y en su acción que confesamos cada domingo cuando decimos: «Creo en el Espíritu Santo, la santa Madre Iglesia católica…» Ciertamente, es el Señor quien anima y guía a la Iglesia. Y siguiendo con las palabras del papa León, añadía en su homilía: «¿Pero cómo puede Pedro llevar a cabo esta tarea?» Y respondía: «El Evangelio nos dice que solo es posible porque ha experimentado en su propia vida el amor infinito e incondicional de Dios, incluso a la hora del fracaso y la negación… Cuando Jesús pregunta a Pedro: «Simón, hijo de Juan, ¿me quieres?» (Jn 21,16), indica, pues el amor del Padre. Es como si Jesús le dijera: solo si has conocido y experimentado el amor de Dios, que nunca falla, podrás apacentar a mis corderos; solo en el amor de Dios Padre podrás amar a tus hermanos aún más, es decir, hasta ofrecer la vida por ellos».

Celebrando hoy domingo la solemnidad de Pentecostés, damos gracias al Espíritu Santo por estar presente en la Iglesia de Jesucristo, su cuerpo del que formamos todos nosotros. Y no por nuestro mérito como decía el Papa que nos resumía en dos palabras lo que podemos entender que es el propósito y el deseo de su corazón cuando nos decía: «Amor y unidad: estas son las dos dimensiones de la misión que Jesús confió a Pedro». Este es el camino que el Espíritu Santo nos indica ahora que debemos seguir. Oremos por el papa León, por su misión, oremos por toda la Iglesia.