Fecha: 29 de juny de 2025
Estimadas y estimados, desde el pasado 8 de mayo, tenemos en la Iglesia un nuevo papa, un nuevo sucesor de Pedro, el papa León XIV. Los medios de comunicación han publicado ampliamente su nombre y su biografía. Pero, ¿quién es el papa? ¿Cuál es la fe de la Iglesia referente al sucesor de Pedro, obispo de Roma, que nos llena de esperanza sea cual sea su nombre? Hoy, festividad de los santos Pedro y Pablo, puede ser un buen momento para hacernos estas preguntas.
En tanto que obispo, el obispo de Roma es como los demás —no recibe una consagración especial—, pero por el hecho de presidir la Iglesia de Roma, es el sucesor de Pedro a quien Jesucristo ha confiado el alto servicio de la fe y de la unidad de todas las Iglesias. De esto no se sigue que Jesucristo suelte el timón y que mire la nave desde tierra, al acecho para lanzarle la cuerda en un momento dado. La Iglesia de Jesús no cambia de patrón. No pasa a ser la Iglesia de Pedro, o de Juan, o de Benito, o de Francisco, o ahora de León. Jesús nos ha prometido: «Yo estoy con vosotros todos los días hasta el fin del mundo» (Mt 28,20). Lo que hace Jesús es confiar a Pedro el servicio visible del timón, con las consecuencias humanas que la dirección conlleva.
Desde los primeros siglos, la mirada de todas las Iglesias ha confluido en la comunidad de Roma. Cuando aparecen divergencias en el seno de las comunidades o entre ellas, se acude a Roma. Y no por las cualidades personales que pueda tener su cabeza, sino porque él es la piedra de toque de la fe y el fermento de la unidad. A él Cristo le encomendó: «Apacienta mis ovejas» (Jn 21,19). Y también: «Yo he rogado por ti… y tú… fortalece a tus hermanos» (Lc 22,32).
La misión del papa no es al estilo de un jefe de Estado que promulga leyes después de un «referéndum» popular, ni tampoco la de quien gobierna por la imposición de los propios criterios. La Iglesia es una sociedad de otro tipo; ni paralela ni equiparable a las de este mundo. Por eso, cuando queremos usar los mismos módulos para edificar la Iglesia, nos equivocamos tan a menudo. Ahora bien, para cumplir su misión, el papa ha de estar atento a las manifestaciones del Espíritu en el pueblo santo de hoy, pero ni él ni el pueblo son la fuente genuina de la fe. Viene de más arriba: de Jesucristo, que se ha manifestado en su plenitud, y a Él ha de ser fiel. Fiel a Jesucristo viviente; y a un Jesucristo vivo ha de corresponder una Iglesia viva, una Iglesia que sea de todos los tiempos y, por tanto, que sea de cada tiempo.
El inicio de una nueva etapa es una buena ocasión para renovar nuestra fe en la persona del santo Padre, el sucesor de Pedro. Hagamos que tenga un tono eclesial, el tono de la fe apostólica. Que comporte la adhesión a su palabra, la atención a su dedo cuando señale un camino y el amor sincero a su persona. Es también la hora de la acción de gracias y de la oración por él, sobre todo hoy, solemnidad de san Pedro. Que el Señor lo ilumine, lo conforte y lo mantenga ilusionado en la esperanza a la que somos llamados. Puede contar con nosotros.
Vuestro,