Fecha: 3 de agosto de 2025
Estimados jóvenes:
Hoy concluye el Jubileo en Roma, en el que hemos participado desde el pasado 28 de julio como verdaderos discípulos del Señor y peregrinos de esperanza. Desde la Santa Misa de bienvenida de la Iglesia de Roma en la Plaza de San Pedro, pasando por las actividades de carácter cultural, artístico y espiritual, el encuentro penitencial en el Circo Massimo donde se celebró el sacramento de la Reconciliación y la vigilia en Tor Vergata, hasta la Eucaristía de hoy, sólo alcanzo a decir una palabra: ¡Gracias!
Revivir estos días con vosotros y a vuestro lado ha supuesto rememorar que sois la esperanza de una Iglesia que está viva, que no se deja vencer por el individualismo, que se moja por el necesitado y arriesga hasta el último latido de su ser por proclamar que Cristo está verdaderamente resucitado. Ha sido asombroso caminar estos días de vuestra mano, poniendo siempre al hermano por delante, sin dejar entrar al lamento o a la queja. Habéis sido una verdadera experiencia de transfiguración, de luz, de regocijo. Y merced a vuestro incansable testimonio, he podido experimentar, a la luz del profeta Isaías, que «los que esperan en el Señor caminan sin cansarse» (Is 40, 31).
He podido ver a Cristo Resucitado en vuestros rostros, en vuestra manera de cuidar y compartir, en vuestro deseo de cambiar lo que os duele, en vuestras manos dispuestas cada segundo a ayudar al otro, en vuestras voces que no paraban de cantar, en vuestras lágrimas al compartir la belleza de la fe; y, también, en vuestro cansancio, en vuestras incomprensiones y en vuestro dolor, siempre habitados por la mano compasiva del Señor.
Gracias, queridos jóvenes de la diócesis de Tortosa y de todo el mundo que habéis estado en Roma, por haber apostado por el Amor: el que es más fuerte que la muerte y el que nos enseña, cada uno de nuestros días, a vivir alegres en esa esperanza –revestida de plenitud– que nunca defrauda (cf. Rm 5, 5).