Fecha: 31 de agosto de 2025

Estimados hermanos y hermanas:

El Tiempo de la Creación es la celebración cristiana que nos convoca cada año para orar y responder juntos, en comunión, al clamor de la creación, cuidando de nuestra Casa común. Y hasta el 4 de  octubre, fiesta de san Francisco de Asís -el santo patrón de la ecología-, entonamos ese canto que nos recuerda que esta Casa es como una madre que nos acoge en sus compasivos brazos: «Alabado seas, mi Señor, por nuestra hermana tierra, la cual nos sustenta, y gobierna y produce diversos frutos con coloridas flores y hierba» (Cántico de las criaturas: Fonti Francescane [FF] 263).

La problemática ecológica a la que se refirió el Papa San Pablo VI como una «consecuencia dramática» de la actividad descontrolada del ser humano, se debía a una «explotación inconsiderada de la naturaleza», donde el ser humano «corre el riesgo de destruirla y de ser, a su vez, víctima de esta degradación» (Carta ap. Octogesima adveniens, 21). Asimismo, el Papa Benedicto XVI recordó que «la degradación de la naturaleza está estrechamente unida a la cultura que modela la convivencia humana» (Caritas in veritate, 51).

Más allá de los cambios tan necesarios de estilo de vida, producción y consumo que hemos de llevar a cabo en pos de un cambio climático cada vez más notable, ¿alguna vez nos hemos parado a meditar qué sería de nosotros sin el aire y sin el agua que sustentan nuestra propia vida? ¿Podríamos, acaso, vivir, sin respirar y sin beber? A veces, basta con adentrarse en lo más recóndito de un bosque, frente a un impetuoso mar o ante un paisaje colmado de naturaleza, para darnos cuenta de la belleza que Dios ha preparado para nosotros.

Hoy recordamos la necesidad de fortalecer la conciencia de que somos una sola familia humana que debe abominar la globalización de la indiferencia: «No podemos dejar de reconocer que un verdadero planteamiento ecológico se convierte siempre en un plantamiento social», que «debe integrar la justicia en las discusiones sobre el ambiente, para escuchar tanto el clamor de la tierra como el clamor de los pobres» (Papa Francisco, Laudato si´, 49).