Fecha: 18 de mayo de 2025
El próximo domingo 25 de mayo, sexto del tiempo de Pascua, la Iglesia celebra la Jornada del Enfermo. En muchas comunidades católicas tiene ese día un significado especial: recuerdo y plegarias por los enfermos, administración del sacramento de la Unció, agradecimiento a los profesionales sanitarios, colaboración con los familiares de los enfermos, fomento de la Pastoral de la Salud en las parroquias y en las instituciones diocesanas y otras muchas iniciativas y actividades en favor de la mejora de las situaciones concretas de la enfermedad.
Tengo interés en anunciar esa jornada aun sabiendo que muchos de nosotros mantenemos gran vinculación con la fiesta de la Virgen de Lourdes (11 de febrero) y con la campaña que protagoniza en distintos niveles la misma Hospitalidad Diocesana. Al no mencionar este año en mis escritos semanales la referida fiesta mariana, me siento obligado a recordar esta realidad tan común para el ser humano y que tantas preocupaciones provoca en el interior de las familias. Ambas jornadas nos señalan la importancia que concede la Iglesia al mundo de la enfermedad/salud donde todos, personas y comunidades, nos encontramos inmersos en determinadas ocasiones.
La Campaña del Enfermo de este año está marcada por la celebración de un año jubilar que, con el lema “Peregrinos de Esperanza”, nos permite proponer a todos una frase de san Pablo más en consonancia con este concreto día, “En esperanza fuimos salvados”. La virtud teologal está señalada en ambos lemas porque se refiere a una condición y consecuente actitud del ser humano que constantemente debe ser solicitada a Dios y vivida con libertad y coherencia por toda persona que siga los pasos de Jesús de Nazaret. Acentuamos para los enfermos la salud/salvación que nos ofrece el mismo Señor en su trato diario con los que más sufren en el cuerpo o en el espíritu y claman por conseguir el remedio a su situación. Mantienen siempre la esperanza de conseguirlo.
Reconocemos que no faltan los problemas de todo tipo que acechan a la vida cotidiana de las familias, sin embargo estamos convencidos que nuestra esperanza no se basa sólo en pronósticos improbables o en predicciones científicas. Nuestra esperanza está en Dios que en Jesucristo ha revelado de modo completo y definitivo su voluntad de estar con el ser humano, de compartir su historia, para guiar a todos a su reino de amor y de vida. Y esta gran esperanza anima y, en ocasiones, corrige nuestras esperanzas humanas. Es cierto que el designio divino no se cumple automáticamente porque, al ser un proyecto de amor, genera libertad y pide libertad, que es, parafraseando aquella frase del Quijote, lo más grande que el ser humano ha recibido. Y esto vale para cualquier circunstancia en la que nos encontremos. También en las situaciones de enfermedad. Dice el papa Francisco que cuanto más nos adentremos en este misterio de gracia, más encontraremos la serenidad interior y podremos ser, al mismo tiempo, instrumentos de esperanza, de alegría y de consuelo para nuestros enfermos. Algunos de ellos ya lo viven y son grandes maestros que nos sorprenden y nos enriquecen a los demás con la aceptación de su experiencia.
Por otra parte en algunas comunidades parroquiales se administra el sacramento de la Unción de Enfermos. Eso ayuda a ampliar la mirada a la situación de la enfermedad y del sufrimiento en el horizonte de la misericordia de Dios. Además constituye una fiesta para toda la comunidad, sea parroquial, hospitalaria o de residencias de mayores, que la celebra con alegría. Se puede recibir más de una vez a lo largo de la vida y se debe invitar a los familiares a que compartan la experiencia del consuelo y de la esperanza. Os aconsejo que promováis estas celebraciones.