Fecha: 21 de septiembre de 2025
Estimadas y estimados. Este septiembre se han cumplido nueve años de la canonización de la Madre Teresa de Calcuta. Este año, además, se han aprobado en catalán los textos litúrgicos de su memoria, que celebramos el pasado 5 de septiembre. Como dijo el papa Francisco en la ceremonia de canonización: «Su santidad está tan cerca de nosotros, es tan tierna y fecunda que espontáneamente seguimos llamándola “Madre”», “Madre Teresa”.
El pueblo ya la consideraba santa en vida. Ya en 1975, en The Times, se escribió: «El santo es una ventana abierta, una persona a través de la cual brilla la luz de Dios. Es esa luz lo que muchos ven en la Madre Teresa».
Agnes Gonxha Bojaxhiu (1910-1997), albanesa nacida en Skopie, hoy capital de Macedonia del Norte, escuchó a los doce años a un jesuita, misionero en la India, decir: «En la vida, cada uno debe seguir su propio camino». Nunca había pensado en dejar a sus padres y hermanos: estaba bien en casa. Esperó unos años, pero seguía pensando en la India. El mismo jesuita la presentó a unas monjas irlandesas que tenían colegios en la India. Así entró en la Congregación de Loreto, en Dublín, y la enviaron a hacer el noviciado en la India. Tenía 19 años. Hizo los votos definitivos a los 26.
Una noche, mientras viajaba en tren, no podía dormir: los más pobres entre los pobres de Calcuta, que vivían en condiciones inhumanas, no se le iban de la cabeza. ¿Qué podía hacer? Volvió a la escuela, pero seguía pensando en realidades más injustas y urgentes. Los moribundos en la calle y los niños abandonados se convirtieron en un llamado persistente. Empezó a recoger a los más pobres completamente sola. Después, se le unieron algunas exalumnas que vistieron el sari blanco de sor Teresa, el de los pobres. Había que dar un nombre al grupo, y no se lo pensaron mucho: Misioneras de la Caridad (1950). Austera, pequeña y arrugada, la alegría era su distintivo, con una ternura serena, nada sentimental. Frente al rechazo, ponía amor práctico.
«Nosotras —decía— no somos simples asistentes sociales, sino misioneras. Pero procuramos hacer la evangelización a través del servicio, transparentando a Dios en nuestro trabajo. El criterio de ayuda no es meramente la fe, sino la necesidad de la persona, sin importar sus creencias. Nuestro trabajo es expresión del amor de Dios». Afirmaba también: «Si quieres trabajar por la paz en el mundo, ve a casa y ama a tu familia». Y añadía: el aborto es «el mayor destructor de la paz. Porque si una madre puede matar a su propio hijo, ¿qué nos impide que yo te mate a ti o tú me mates a mí? No hay término medio».
A pesar de la noche espiritual o las dudas de fe que a veces sentía en su corazón, afirmaba que todo se fundamenta en la oración, especialmente en la Eucaristía. «La misa es el alimento espiritual que me sostiene. Cristo se hace presente en el símbolo del pan; mientras que en los suburbios lo vemos y tocamos en las personas aplastadas y en los niños abandonados». La popularidad no alteró su sencillez ni detuvo su acción.
Vuestro,