Fecha: 5 de octubre de 2025:

La Jornada Mundial del Migrante y del Refugiado 2025 llega en un momento en que el debate social en Cataluña está marcado por la sombra creciente de una xenofobia irracional, teledirigida i retroalimentada. En algunos discursos políticos y en conversaciones de calle, se repite la idea falsa que los migrantes son culpables de la inseguridad o del deterioro de la convivencia. Pero callar ante esta falacia sería irresponsable e inmoral.

Los mensajes del papa León XIV y de los obispos de la Comisión de Pastoral Social de la CEE van en la dirección contraria: los migrantes no son un problema a resolver, sino testigos de la esperanza. Hombres y mujeres que huyen de guerras, hambre o persecuciones y que, con esfuerzo y coraje, llegan a casa nuestra buscando futuro. Su presencia nos recuerda que la esperanza es más fuerte que la desesperación y que la fe, cuando se vive con coherencia, deviene motor de renovación social.

Lo que realmente genera malestar no son las personas migradas, sino las bolsas de pobreza y desigualdad que concentramos en barrios y ciudades. Allá donde las instituciones fallan —vivienda inaccesible, precariedad laboral, carencia de inversiones públicas— se alimenta la frustración y, con ella, el discurso fácil que señala al vecino extranjero como enemigo. Este mecanismo es antiguo y siempre injusto: convierte las víctimas en culpables y esconde los verdaderos factores que degradan la convivencia.

Cataluña, tierra de acogida y mestizaje, no puede permitirse caer en esta trampa. Nuestra historia demuestra que los flujos migratorios —del interior del Estado y de fuera— han sido fuente de riqueza cultural, social y económica. El reto actual no es levantar muros, sino tejer convivencia y garantizar igualdad de oportunidades. El papa León XIV insiste que, lejos de cerrarnos en comunidades asustadas, deberíamos crear espacios de cooperación, diálogo y fraternidad. Es aquí donde la sociedad catalana tiene que dar un paso adelante, superando los miedos y abordando las causas reales de la desigualdad. Trabajando por los derechos a no tener que migrar y a migrar de forma segura.

El futuro no se construye con discursos de odio, sino con políticas valientes que combatan la pobreza, que garanticen vivienda digna, educación y trabajo para todo el mundo. Los migrantes nos interpelan porque, con su tozuda esperanza, nos recuerdan que otro mundo es posible. Y la Cataluña que amamos no será más segura ni más justa señalando a los débiles, sino afrontando las injusticias y prejuicios que nos dividen.