Fecha: 19 de octubre de 2025
Estimadas y estimados. «El esfuerzo por anunciar el Evangelio a los hombres de nuestro tiempo, exaltados por la esperanza, pero, al mismo tiempo, perturbados a menudo por el miedo y la angustia, es sin duda un servicio hecho a la comunidad de los cristianos, pero también a toda la humanidad». Con estas palabras, el Papa San Pablo VI comenzaba su exhortación apostólica sobre El anuncio del Evangelio en el mundo actual, Evangelii nuntiandi. Años más tarde, el Concilio Provincial Tarraconense de 1995 consideraba en la resolución 161, «que la dimensión misionera, como un elemento primordial de la pastoral ordinaria, debe estar bien presente en cada Iglesia diocesana, en las parroquias, en los arciprestazgos y en los movimientos; en las actividades de catequesis, liturgia, vocaciones, Cáritas, etc.».
El Domund, o Domingo Mundial de la Propagación de la Fe, nos recuerda especialmente lo que nos proponen estos documentos citados, es decir, el deber de continuar la obra iniciada por los apóstoles. El mensaje para esta Jornada, preparado aún por el recordado Papa Francisco, y aludiendo al lema del Año Santo Jubilar, lleva por título «Misioneros de esperanza entre los pueblos». Este mensaje nos recuerda el deber de cada cristiano y de toda la Iglesia en general de «la vocación fundamental de ser mensajeros y constructores de esperanza, siguiendo las huellas de Cristo». Porque el Señor Jesús continúa su ministerio de esperanza por medio de nosotros, sus discípulos, que somos enviados allí donde estemos a anunciar y hacer presente el Evangelio de la salvación que nos trae nuestro Señor Jesucristo.
En nuestros días, teniendo en cuenta la terrible injusticia de las diferencias Norte-Sur, los gravísimos conflictos que causan tantas víctimas inocentes, tantas personas y pueblos tiranizados y oprimidos, la Iglesia, sal de la tierra y luz del mundo según la voluntad de Jesucristo, debe sentirse llamada con más urgencia a renovar y salvar a toda criatura. La razón de su actividad misionera se encuentra en la voluntad de Dios que «quiere que todos los hombres se salven y lleguen al conocimiento de la verdad» (1Tm 2,4).
La jornada del Domund es una buena ocasión para que nosotros, cristianos por gracia de Dios, renovemos sinceramente la profesión de fe de que « Dios es uno, y único también el mediador entre Dios y los hombres: el hombre Cristo Jesús» (1Tm 2,5). Al mismo tiempo, como prueba de la firmeza de esta fe, por un lado, debemos estar siempre dispuestos a ser misioneros de esperanza en nuestros propios entornos, y por otro, nos sentimos muy cercanos a los hermanos misioneros que —ya sean sacerdotes, religiosos/as o laicos, en misión permanente o temporal, lejos de su tierra y su familia— anuncian la Buena Nueva de Jesucristo y dan razón de nuestra esperanza y amor fraterno sin fronteras. Hoy se nos pide un signo concreto de comunión en la oración, sobre todo en la misa dominical, así como con nuestra aportación económica a las Obras Misionales Pontificias.
Vuestro,