Fecha: 6 de julio de 2025

En muchas ocasiones lamentamos que la sociedad en la que vivimos sea tan individualista y esté alejada de los valores del Evangelio. Sin embargo, de vez en cuando, nos sorprenden noticias que muestran que el ser humano es bueno y puede actuar con una generosidad extrema. Son signos de la presencia de Dios entre nosotros. 

Adrià Montoro, un joven de treinta años de Olesa de Montserrat y voluntario de Cáritas, decidió donar uno de sus riñones, de manera totalmente desinteresada, a personas anónimas. Adrià explica que lo que lo mueve a actuar así es, sencillamente, el amor hacia los demás. Y añade que Cristo es su inspiración, porque en Jesús, que ha dado la vida por nosotros, ha encontrado la forma más grande de expresar el amor. 

El gesto de este joven nos muestra la verdadera esencia del Evangelio. El Señor nos dice: «Nadie tiene amor más grande que el que da la vida por sus amigos» (Jn 15,13). Esta afirmación del Señor marca el camino para todos los bautizados. Un camino que pasa por amar a los demás de forma incondicional, llegando, si es necesario, al extremo. Adrià Montoro lo ha hecho de manera extraordinaria, ya que en su caso ha donado en vida un riñón a una persona que no conoce, pero hacia la cual muestra su inmenso amor. Adrià ha encarnado con radicalidad las enseñanzas de Nuestro Señor Jesucristo. 

Vivimos en una época en la que el individualismo y la cultura del «yo» pueden hacernos encerrar en nosotros mismos. Adrià nos recuerda, con su acción, que el amor cristiano no es solo una bonita palabra, sino un amor enraizado en el amor de Dios, una fuerza que nos impulsa a amar a los demás con una generosidad extrema en cada momento de la vida. 

También quiero aprovechar estas líneas para poner en valor la donación de órganos. A menudo, cuando hablamos de ello, lo hacemos en términos médicos o legales. Ahora bien, para nosotros, los cristianos, es también un acto de profunda caridad. Es la posibilidad de dar vida, de amar más allá de la propia existencia, como lo ha hecho Adrià, con libertad y convicción. Pensemos cuando donamos sangre, lo hacemos de corazón, a cambio de nada, pero sabiendo que salvaremos vidas. Y cuando lo hacemos, entramos en una cadena de generosidad preciosa y tenemos el privilegio de formar parte de ella. Hagamos que esta cadena no se detenga cuando dejemos de respirar, hagamos que otros puedan alargar su vida con nuestros órganos. ¡Qué entrañable es el latido de un corazón regalado! 

Testimonios como el de Adrià nos animan a pedir a Dios una mayor capacidad de amarlo a Él y a los hermanos, como lo hizo Jesucristo, que dio la vida por nosotros. Ojalá seamos testigos de ese amor que salva y transforma. Debemos reflejarnos en aquellos que, movidos por la fe o por la compasión humana, deciden entregarse a los demás. Cada uno de nosotros puede preguntarse: ¿qué me mueve a ayudar al prójimo? 

Queridos hermanos y hermanas, demos gracias a Dios por el don de estos hermanos nuestros que aman hasta el extremo. Que Dios los bendiga, les dé la paz y les llene el corazón de alegría. Pidamos al Señor que nos conceda el don de imitar gestos generosos como el de este joven.

 

*Haceros donantes de órganos: https://lamevasalut.gencat.cat/web/cps/ajuda/serveis/voluntats-donacions