Fecha: 4 de enero de 2026
Comenzamos un año nuevo lleno de deseos, retos y con muchas preguntas de respuesta incierta. En estos primeros días del año, todavía con sabor a Navidad, pedimos a los Reyes lo que más ilusión nos hace. Lo pedimos con fuerza para que nos escuchen. Y este año, más que nunca, les pido, como tantas personas, la paz. Les pido también que nos hagan tener siempre presente en el corazón y en los labios todo lo que nos dijo Jesús.
En el Evangelio de Juan, por ejemplo, queda recogido que un día Jesús nos dijo: «La paz os dejo, mi paz os doy» (Jn 14,27). Jesús nos hizo este regalo inmenso para compartir con toda la humanidad, un gran regalo que a menudo hemos arrojado por la borda. Tristemente, desde que el hombre existe, tenemos constancia de guerras y conflictos entre hermanos. ¿Cómo puede ser esto, si todos queremos la paz? Cuando esta paz regalada por el Señor no la acogemos o se desvanece de nuestros corazones, se rompe la convivencia y, en ocasiones, deriva en conflictos bélicos.
Algunos conflictos se han atribuido a las religiones, a las creencias de unos y otros. A veces, las religiones han sido criminalizadas sin tener un conocimiento profundo de ellas. El mensaje del Evangelio es un mensaje de paz y de perdón.
Los cristianos hemos celebrado esta semana la Jornada Mundial de la Paz. «La paz esté con vosotros: hacia una paz desarmada y desarmante», este es el lema de esta Jornada, con el cual el Papa nos interpela, en sintonía con el primer saludo que nos dirigió: «Paz a vosotros». Estas también son las primeras palabras de Cristo resucitado.
¿Por qué el Papa quiere una paz «desarmada y desarmante»? Una paz desarmada porque debería ser sin armas, sin vencidos ni vencedores, sino con acuerdos fruto del diálogo. Una paz desarmante que nos desarme, que nos haga abandonar la agresividad, los rencores, las envidias y que nos ayude a perdonar y a reconciliarnos.
La paz es un deseo universal que no debería ser arrinconado por ningún motivo. Este deseo se hace patente cuando los musulmanes y los judíos se saludan deseándose siempre la paz, con las expresiones salam y shalom. Los cristianos la recibimos y la damos en cada Eucaristía; por ejemplo, cuando el ministro ordenado, antes de darnos la paz, nos dice: «La paz del Señor esté siempre con vosotros» o también en la despedida de la Eucaristía, cuando dice: «Hermanos, podéis ir en paz.»
El papa León XIV, en su reciente viaje al Líbano, insistió en que todos debemos ser constructores de una civilización del amor y de la paz. El Papa nos decía que la paz es saber convivir y saber reconciliarse. El papa Francisco puso el acento en la dimensión de la fraternidad universal, que reconoce que todos somos hermanos. La paz se considera, cada vez más, no solo como ausencia de guerra, sino como fruto de la justicia y del respeto a la dignidad humana.
Queridos hermanos y hermanas, ojalá que este año 2026 lo comencemos y lo vivamos todos con esperanza y fomentando la paz. «¡Bienaventurados los que trabajan por la paz, porque ellos serán llamados hijos de Dios!» (Mt 5,9). La paz comienza en nuestros corazones, se extiende a nuestras familias e inunda toda la sociedad. Hagamos nuestra la oración atribuida a san Francisco de Asís: «Haz de mí un instrumento de tu paz» y recémosla a menudo. Que Jesús, Príncipe de la Paz, y María, Reina de la Paz, nos dispongan para recibir su paz y su amor.


