Fecha: 12 de octubre de 2025
Querido hermano, querida hermana,
El camino sinodal que hemos recorrido en nuestra diócesis es un regalo que nos ha ayudado a escucharnos, a discernir y a descubrir juntos qué nos pide hoy el Señor. Pero el proceso no acaba en el discernimiento: ahora es la hora de ponernos manos a la obra, con un corazón disponible y generoso. Que la oración del salmista sea también la nuestra: «Aquí estoy, Dios mío, para hacer tu voluntad» (Salmo 39).
Las tres prioridades evangelizadoras que hemos asumido como diócesis no son una lista de propósitos, sino caminos para hacer más viva nuestra fe y más misionera nuestra comunidad. Todos estamos llamados a hacerlas nuestras, porque solamente juntos, con la fuerza del Espíritu, podremos llevarlas a cabo.
Necesitamos fortalecer la catequesis y la iniciación cristiana, pero antes todavía el primer anuncio, ese encuentro con Cristo vivo que toca el corazón y despierta el deseo de seguirlo. Sin un fundamento sólido, la fe se debilita y queda a merced de las modas del mundo. Por eso es tan urgente educar en la fe desde pequeños, acompañar a los jóvenes y dar herramientas a los adultos que buscan profundizar en su relación con Jesús. No se trata solo de transmitir conocimientos, sino de hacer crecer la fe y arraigarla en el corazón de cada uno, para que pueda dar fruto.
Es urgente el acompañamiento espiritual y vocacional. En medio del ruido y la dispersión, muchos hermanos y hermanas buscan sentido, una dirección para su vida. Acompañarlos es ayudarlos a descubrir que Dios nos llama por nuestro nombre y nos ofrece una misión concreta. Esta atención personalizada es clave para que cada uno podamos reconocer la llamada única que Dios nos dirige, sea a la vida matrimonial, al ministerio ordenado, a la vida consagrada o a un compromiso de servicio generoso.
La creación de una escuela diocesana de agentes de pastoral –no academicista– con acompañamiento espiritual, donde se viva la alegría de ser cristiano, es otra prioridad ineludible. Necesitamos personas formadas, acompañadas espiritualmente y disponibles al servicio de las comunidades. Catequistas, animadores litúrgicos, voluntarios de Cáritas, miembros de consejos parroquiales… todos necesitamos apoyo y formación para vivir mejor nuestra vocación y para ayudar a nuestras parroquias, comunidades, movimientos y asociaciones a ser más vivas y acogedoras.
El Señor sigue llamándonos hoy, como llamó a los primeros discípulos a dejar las redes y seguirlo. ¿Qué te pide a ti? ¿Qué me pide a mí? ¿Qué parte de la misión pone en tus, en nuestras manos? No tengamos miedo de responder, porque Él mismo nos dará la fuerza y la alegría para servir con alegría (Salmo 99,2).
En este Año Jubilar 2025, oremos con esperanza y dejemos que nuestra Madre, María, nos guíe. Me dirijo a Ella, Estrella de la Nueva Evangelización, diciendo:
«Madre del Evangelio Viviente, fuente de alegría para los pequeños, intercede para que ninguna comunidad falte nunca a su vocación misionera. Que llegue a todos los confines de la tierra la luz del Evangelio.»