Fecha: 20 de julio de 2025

Estimados hermanos y hermanas turistas:

¡Bienvenidos a casa!

A través de estas líneas, me dirijo a todos vosotros, que estáis disfrutando de unos días de descanso y sosiego por nuestra tierra tortosina. En nombre de toda la comunidad diocesana, os expreso el gozo, la satisfacción y la alegría de poder acogeros fraternalmente entre nosotros.

Nuestra diócesis quiere ser un hogar acogedor donde nadie se sienta extranjero, una tierra hospitalaria donde redescubrir a Dios a través de su maravillosa Creación.

Dice el Papa Francisco en su carta apostólica en forma de motu proprio Sanctuarium in Ecclesia que la piedad popular, que es una «expresión auténtica de la acción misionera  espontánea del pueblo de Dios», encuentra en el Santuario «un lugar privilegiado donde expresar la bella tradición de oración, de devoción y de confianza en la misericordia de Dios inculturada en la vida de todos los pueblos» (n. 1). Por ello, los Santuarios siguen siendo hoy en nuestros días y en todas las partes del mundo «un signo distintivo de la fe sencilla y humilde de los creyentes» que encuentran en estos lugares sagrados «la dimensión básica de su existencia creyente» (n. 2), recuerda el Santo Padre.

Nuestra diócesis, de manera marcada en cada tiempo estival, abre sus puertas para que vosotros podáis disfrutar de esta belleza divina que el Padre nos regala por medio de la naturaleza, la cultura y la piedad que muestran el rostro amable del Dios Creador. En cada iglesia, en cada santuario, en cada calle, en cada rostro, en cada atardecer y en cada rincón escondido de la ciudad, Dios nos recuerda que lo ha hecho todo también para nuestro disfrute y quietud.

San Pablo, en su carta a los Romanos, nos ofrece un designio palpable cuando afirma que, desde la creación del mundo, «lo invisible de Dios, su eterno poder y su divinidad, son perceptibles para la inteligencia a partir de la creación del mundo a través de sus obras» (Rm 1, 20). Obras que, en nuestra diócesis de Tortosa, permanecen despiertas, resplandecientes y expectantes –como piedras vías– para renovar nuestro asombro, pues «fue el Autor mismo de la belleza quien las creó» (Sb 13, 3), tal y como relata el libro de la Sabiduría. Y, al fin y al cabo, «por la grandeza y hermosura de las criaturas se llega, por analogía, a contemplar a su autor» (Sb 13, 5).

Que estos días de respiro en nuestra tierra podáis sentir la hospitalidad de un pueblo que os quiere y os acoge como lo hizo María, cada uno de sus días, con su hijo Jesús.