Fecha: 24 de abril de 2022
Durante estas semanas, en las que comienza la última etapa del curso escolar, las autoridades, los centros escolares y las familias comenzáis a pensar en el próximo curso. Todos tenéis la responsabilidad de ofrecer a los niños y jóvenes los medios necesarios para que reciban una educación que les ayude a crecer como personas en todas las dimensiones, y a adquirir aquellos conocimientos que les ayuden a descubrir su vocación, de la que el trabajo es un elemento esencial. Para que un sistema educativo sea eficaz, se requiere una buena coordinación entre todos los que tienen alguna responsabilidad en la educación: los padres, los educadores, que estáis llamados a vivir vuestro trabajo en espíritu de colaboración con las familias y de servicio a la sociedad, y las autoridades.
Los padres son los primeros responsables de la educación de los hijos. Se trata de un deber moral y de un derecho que naturalmente les corresponde. Esto no significa que puedan hacer lo que quieran con ellos. Todo ser humano, creado a imagen y semejanza de Dios, tiene una dignidad que debe ser respetada por todos. Los padres son los primeros que están obligados a salvaguardarla, respetando su derecho a la vida, a un trato digno y a una educación que los incorpore a la vida social. Si unos padres no respetan estos derechos, es el estado quien tiene el deber de garantizarlos. Las leyes deben, además, asegurar una preparación académica que les proporcione los conocimientos necesarios para responder a los desafíos científicos y culturales de nuestro tiempo.
Uno de los derechos fundamentales que los poderes públicos están obligados a respetar es el derecho a la libertad religiosa y de conciencia. Este derecho no se reduce a una tolerancia o libertad de culto. Además de esto, exige el reconocimiento positivo del derecho de toda persona a tomar las propias decisiones morales según la verdad; del derecho de los padres a educar a los hijos según las propias convicciones religiosas y todo lo que conlleva la vivencia de las mismas, especialmente en la vida social y en el comportamiento moral; de las comunidades religiosas a organizarse para una vivencia de la propia religión en todos los ámbitos; de todos a profesar públicamente la propia fe y a anunciar a otros el propio mensaje religioso. El derecho de los padres a decidir la orientación religiosa y moral en la que quieren que sean educados sus hijos es una consecuencia del derecho a la libertad religiosa y de conciencia.
En su misión de asegurar el bien común, el estado que puede prohibir todo aquello que, aun siendo ordenado directamente por preceptos o inspirándose en principios religiosos, ponga en peligro la vida, los derechos o la dignidad de las personas. Por ello, en el ámbito educativo, las leyes deben promover una educación en aquellos valores necesarios para una convivencia basada en el respeto a todas las personas, sea cual sea su ideología, religión o situación personal. Si esto está garantizado, se ha de asegurar que sean los padres quienes decidan libremente en qué valores han de ser educados sus hijos.
La Iglesia, al ofrecer una propuesta educativa en sus colegios y la posibilidad de que todos reciban una formación acorde con su fe en la clase de religión, quiere prestar un servicio a las familias y a la sociedad. Por ello, me atrevo a sugerir que en estos momentos valoréis el gran bien que puede suponer para vuestros hijos la presencia de la fe en su proceso de formación.