Fecha: 19 de diciembre de 2021
Repasando los últimos comentarios dominicales me he percatado del uso repetido de las consecuencias sociales y externas del mensaje evangélico: la Jornada de los Pobres, el Sínodo de Obispos, el DOMUND, la solemnidad de Todos los Santos, el Informe de la Xarxa, la Visita al Papa y otros muchos aspectos de la actividad ordinaria de la vida cristiana. Es un intento de mostrar y acentuar la implicación de las comunidades cristianas o de individuos a título personal en la respuesta que desde la fe se puede dar a las situaciones difíciles que se viven en nuestra sociedad. Los cristianos pretendemos manifestar y ser parte de una solución ante los problemas de los que más que sufren. También es cierto que ha habido otros comentarios exclusivamente informativos.
Esta vertiente de ayuda a los demás y de implicación con las instituciones ante los dramas sociales, se convierte en un marcado potencial de credibilidad de la Iglesia ante la sociedad; ello satisface y enorgullece a todos los miembros de la comunidad, aunque no estemos todos en todas las actividades. Desde aquí, ycomo se ha hecho en otras ocasiones, un agradecimiento sincero a aquellos que hacen posible y visible esta dimensión.
Pero todos sabéis que existe otra vertiente en la persona religiosa, su impulso para actuar de una manera determinada, la motivación del ser humano que queda religado a la divinidad, como afirman los estudiosos de la antropología. Un estrecho colaborador parroquial me recordaba con mucho cariño la ausencia del significado profundo del núcleo cristiano que se escriben y distribuyen con profusión en muchos escritos. Me sugería este colaborador que escribiera un resumen sobre las verdades de la fe que nos sirviera, una vez más, en este tiempo de Adviento.
La limitación del papel me impide realizar una profundización del Credo. Los católicos lo recitamos o cantamos en todas las Misas de fiesta. La meditación sobre cada una de las verdades nos lleva a fortalecer nuestra fe y a dar sentido a nuestro actuar solidario. Así como la dedicación caritativa nos deja satisfechos porque vemos en la práctica los resultados en los ojos agradecidos de los hermanos, así también debemos reconocer y recordar que la fuerza la recibimos de Dios para que nuestra acción sea totalmente coherente con nuestro creer y pensar. La llamamos gracia y con ella lo podemos todo, nuestro servicio cobra sentido y las palabras se transforman en relación evangelizadora.
Todos deben saber que nuestra acción, como creyentes, está motivada y sostenida por la fe en Jesucristo. Repetiremos hasta la saciedad que nos alegra preparar su Nacimiento porque da plenitud a la vida de la humanidad. El servicio que el católico presta a los diversos grupos de necesitados, enfermos, vulnerables o descartados… es posible por el seguimiento que cada uno hace tras las huellas del Señor. La alegría en el rostro, el corazón en la acogida, las manos y los pies para llegar a las necesidades y la palabra para recordar a todos el porqué actuamos de esa manera… eso mismo nos llena de felicidad plena. No os avergoncéis de proclamar siempre y en todo lugar vuestra fe y vuestra pertenencia a la Iglesia. En la oración final de la Misa de un domingo podemos escuchar: “La acción de este sacramento, Señor, penetre en nuestro cuerpo y nuestro espíritu, para que sea su fuerza, no nuestro sentimiento, quien mueca nuestra vida”.
Seguro que os parece maravilloso que podamos mostrar concordes la fe y la caridad de Cristo. Es el sustento de la esperanza que nos toca vivir de forma fundamental y radical en estos días del Adviento que prepara la Navidad.