Fecha: 15 de enero de 2023
Acabamos de vivir la experiencia de la muerte de un Papa emérito, una experiencia que ha conmovido al mundo. El Papa Benedicto, con el que hemos compartido el camino de la vida y de la Iglesia durante unos años y que seguimos nombrando así, Papa Benedicto, aunque desde aquel 28 de febrero de 2013 ya no era el Papa, el Obispo de Roma.
Y durante todos estos años hemos vivido la extraña situación en la que la Iglesia parecía tener dos papas. Francisco había comentado alguna vez que era como tener al abuelo en casa, al hombre sabio, al hombre de la experiencia, de la sabiduría, de la prudencia. Hombre discreto, humilde, pero una de las mentes más brillantes y claras del siglo XX. Y si destacó de forma eminente en la inteligencia humana como teólogo, historiador y estudioso de la Biblia, también destacó en el otro tipo de sabiduría, la que viene de Dios, la de la fe, de la esperanza verdadera, la del auténtico amor. Y si de la sabiduría humana nos dejó muchos ejemplos en sus escritos, libros y conferencias, de la sabiduría del espíritu tenemos el testimonio de toda su vida.
Hombre dedicado durante muchos años al estudio, a la investigación y la enseñanza de la teología. Pero hombre sobre todo de fidelidad plena a Dios que, en sus caminos misteriosos le llevó hasta la Sede de San Pedro como Sumo Pontífice. Y aún más nos dio un gran testimonio de humildad, que es auténtica sabiduría, al renunciar con un acto de fe en el Señor que es quien lleva el timón de la Iglesia, aceptando pasar el resto de su vida escondido en el silencio y dedicado a la oración.
Tuve ocasión de poder conocer y saludar a Benedicto XVI en el verano del año 2010 con motivo del mi nombramiento como obispo Auxiliar de Terrassa, nombramiento hecho por él precisamente. Cuando me han preguntado por aquella entrevista, más allá de las breves palabras de agradecimiento y de pedirle que orase por mí, la impresión que me dio era la de encontrarme ante un hombre de Dios, un hombre plenamente de Dios.
De todos sus libros y escritos quisiera ahora destacar uno realmente excepcional para mí, un documento precioso que recomiendo a todos por su claridad y profundidad. Me refiero a la Carta Encíclica “Deus Caritas est” (Dios es amor) publicada poco después de su elección como Papa el 25 de diciembre de 2005.
Oremos por él, ciertamente, y oremos también para que el Señor envíe muchos trabajadores como él a su viña, a su Iglesia, que vive en un mundo no fácil, pero que necesita ser evangelizado y que precisamente por eso debe hacernos crecer y robustecer en la Fe.