El 4 de octubre, fiesta de S. Francisco de Asís, el Papa publicó una nueva Exhortación apostólica, Laudate Deum (alabad a Dios), donde hace una llamada a reaccionar de manera urgente y decidida ante la grave amenaza del cambio climático, provocado por la actividad humana. Esta carta enfatiza y quiere ser una continuación de algunos mensajes de su importante encíclica Laudato si’ (Alabado seas, mi Señor), publicada en 2015, y dedicada a la crisis ecológica. Con todo, el Papa sube ahora el tono, ante la gravedad de la situación. Nos alerta de que, aunque algunos quieran negarlo o esconderlo, el cambio climático sigue avanzando y acelerándose, sin que la comunidad internacional reaccione de forma suficiente. No se puede descartar, afirma, que lleguemos a un punto crítico, causado por una “cascada de eventos” irreversibles que se precipiten como “una bola de nieve”, y no haya retorno. En cualquier caso, es indudable que se trata de un fenómeno global que ya perjudica de manera creciente las vidas y familias de muchas personas, en muchos diversos ámbitos, como la salud, las fuentes del trabajo, la vivienda, las migraciones forzadas, afectando especialmente a los colectivos más vulnerables del mundo.

El Papa Francisco reflexiona de nuevo sobre las causas de la degradación ecológica, especialmente el “paradigma tecnocrático” dominante, que pretende engendrar un ser humano sin límites y un crecimiento infinito. Vuelve a pedir una revisión en profundidad de nuestro modelo de progreso y poder, para evitar que se gire contra nosotros mismos. También exhorta, una vez más, a la comunidad internacional a actuar al nivel del reto global que vivimos. Por eso, reclama configurar «un nuevo multilateralismo» más democrático, que incluya la aportación de los países pequeños y la sociedad civil, y que establezca instituciones internacionales «dotadas de autoridad», capaces de «asegurar el bien común mundial». En este sentido, con vistas a la próxima Cumbre mundial sobre el cambio climático (COP28), de diciembre próximo en Dubai, pide que se aprueben medidas de transición energética “eficientes, obligatorias y fáciles de supervisar”, que abran un nuevo proceso, «drástico, intenso y que cuente con el compromiso de todos», a fin de reducir las emisiones globales de dióxido de carbono y «evitar a tiempo los peores males».

A su vez, el Papa se dirige de manera particular a nosotros, los fieles católicos, para recordarnos que debemos asumir nuestra responsabilidad. Debemos cuidar la tierra, maravillosa creación de Dios, que se nos ha confiado generosamente y a la que estamos profundamente vinculados. Por eso, nos pide iniciar «un camino de reconciliación con el mundo que nos acoge y hacer nuestra aportación, para embellecerlo». En este camino, aun sabiendo que el cambio climático necesita medidas políticas nacionales e internacionales, nos recuerda que es también indispensable “cambiar el estilo de vida irresponsable, propio del modelo occidental”, “contaminando menos, reduciendo los residuos, consumiendo con prudencia” y promoviendo así, una nueva cultura que producirá sus efectos a largo plazo. El lema elegido “Laudate Deum”, hace suya una oración de S. Francisco, y quiere recordarnos que «un ser humano que pretenda ocupar el lugar de Dios, se convierte en el peor peligro para sí mismo».