Las Delegaciones diocesanas de Liturgia de las Diócesis de la Conferencia Episcopal Tarraconense han traducido un Subsidio litúrgico de la Conferencia Episcopal Italiana que puede ajuyar a orar en estos momentos de epidèmia.

Este es el Subsidio:

CELEBRAR Y ORAR EN TIEMPO DE EPIDEMIA

Esquema realizado a partir del subsidio de la Comisión Nacional de Liturgia

(de la Conferencia Episcopal Italiana)

TRIDUO PASCUAL

EN LA TARDE DEL JUEVES SANTO

MEMORIA DE LA CENA DEL SENYOR

Oración en familia

9 de abril de 2020

Este año, en el momento más importante del año litúrgico, las comunidades cristianas no se pueden reunir para celebrar juntas los misterios centrales de nuestra fe.

Sin embargo, cada familia puede vivir un momento de oración en comunión con toda la Iglesia. Esta tarde sobretodo será la ocasión de dar gracias al Señor por el don de la Eucaristía, memorial de la Pascua, fuente de vida para toda la Iglesia y para todo creyente, que el Señor Jesús confió a sus seguidores en la vigilia de su Pasión.

Cada familia podrá adaptar el esquema según sus posibilidades.

Será bueno elegir un lugar adecuado en la casa para celebrar y orar juntos con dignidad y recogimiento. Cuando sea posible, se puede crear un pequeño «lugar de oración» (cf. Catecismo de la Iglesia Católica, 2.691) o incluso un rincón de la casa donde poner la Biblia abierta, la imagen del crucifijo, un icono de la Virgen, un cirio, para encenderlo en el momento oportuno.

La familia se puede reunir en oración mientras las campanas de la iglesia parroquial, especialmente en los pueblos y en algunos barrios de la ciudad, acompañan el Gloria durante la Misa de la Cena del Señor.

La oración puede ser dirigida por el padre (M) o la madre (M).

(M)  En el nombre del Padre y del Hijo y del Espíritu Santo.

(T)  Amén.

(M)  Bendito sea Dios Padre
que en su Hijo Jesús ha dado su vida por nosotros.
(T)  Bendito sea el Señor por los siglos de los siglos.

(M)  Esta tarde nuestras iglesias acogerán, como cada año, la celebración de la Cena del Señor, pero no podrán recibir a los fieles que forman la comunidad santa. Aunque estamos en casa, nos unimos a la oración de toda la Iglesia.

Damos gracias al Señor por la Eucaristía, memoria viva de la Pascua que Jesús ha confiado a los suyos antes de sufrir. Es el misterio de amor que nos enseña a hacer de nuestra vida un don.

Le damos gracias por el don de los sacerdotes que en nuestras comunidades anuncian el Evangelio con generosidad y dedicación.

Finalmente, le damos gracias por el mandamiento nuevo y grande del amor fraterno por el que también nosotros podemos ser pan partido en la caridad fraterna.

Reconocemos en la cruz de Jesús, donde está el sufrimiento de tantos hermanos, la fuente de nuestra vida y de nuestra paz.

Juntos decimos:

(T)  Nosotros debemos gloriarnos
en la cruz de nuestro Señor Jesucristo,
por el que tenemos la salvación, la vida y la resurrección;
él nos ha salvado y nos ha liberado.

(M)  Rezamos juntos con el Salmo 115 (114).

El salmo se puede rezar alternando dos lectores; o bien alternando un lector y todos; o bien confiando a un lector las estrofas, mientas que el resto puede repetir la respuesta.

(R)  Señor, tu cáliz es don de salvación.

(C1)  ¿Cómo pagaré al Señor
todo el bien que me ha hecho?
Alzaré la copa de la salvación,
invocando el nombre del Señor

(C2)  Mucho le cuesta al Señor
la muerte de sus fieles.
Señor, yo soy tu siervo,
hijo de tu esclava:
rompiste mis cadenas.

(C1)  Te ofreceré un sacrificio de alabanza,
invocando el nombre del Señor.
Cumpliré al Señor mis votos
en presencia de todo el pueblo.

ESCUCHEMOS LA PALABRA DE DIOS

(L)  De la primera carta del Apóstol san Pablo a los cristianos de Corinto (11,23-26)

Hermanos: Yo he recibido una tradición, que procede del Señor y que a mi vez os he transmitido: que el Señor Jesús, en la noche en que iba a ser entregado, tomó pan y, pronunciando la Acción de Gracias, lo partió y dijo:

«Esto es mi cuerpo, que se entrega por vosotros. Haced esto en memoria mía».

Lo mismo hizo con el cáliz, después de cenar, diciendo:

«Este cáliz es la nueva alianza en mi sangre; haced esto cada vez que lo bebáis, en memoria mía».

Por eso, cada vez que coméis de este pan y bebéis del cáliz, proclamáis la muerte del Señor, hasta que vuelva.

Palabra de Dios.

(T)  Te alabamos, Señor.

Para meditar el pasaje bíblico, puede utilizarse el comentario del anexo.

A TI ELEVAMOS NUESTRA ORACIÓN

(M)  En esta noche de amor que abre los días de la Pascua, entramos con Jesús en el misterio de su muerte y de su resurrección.

La Eucaristía, que reúne a los amigos de Jesús, es comida y bebida para la vida del mundo. Agradecidos al Señor, que ha querido permanecer con nosotros para siempre, dirijámosle nuestra alabanza y roguemos por todo el mundo.

(L)  Te damos gracias, Señor Jesús, por la Eucaristía que nos has querido dejar antes de entregarte a los hombres como prenda de tu amor y signo vivo de tu presencia:

(T)  Haz que aprendamos a compartir nuestra vida para ser un único cuerpo con nuestros hermanos.

(L)  Te damos gracias, Señor Jesús, por el mandamiento del amor que nos enseña a amar a nuestros hermanos como tú nos has amado:

(T)  Haz que en cada hermano pequeño podamos contemplar tu rostro y servirte.

(L)  Te damos gracias, Señor Jesús, por el ministerio de tantos sacerdotes, especialmente de los más cansados y probados:

(T)  Bendícelos con tu gracia y dales fuerza para guiar a los hermanos y hermanas a encontrarte y consolarlos con tu Palabra.

(L)  Te damos gracias, Señor Jesús, por todos los gestos de amor y de servicio que se realizan en la Iglesia en tu nombre:

(T)  Haz que nos fijemos bien cada día en quien es pobre, está enfermo o tiene necesidad y llevemos las cargas los unos a los otros.

(L)  Te damos gracias, Señor Jesús, por la unidad de tus discípulos, el tesoro precioso que pedisteis al Padre antes de morir en la cruz:

(T)  Haz que abandonemos toda desconfianza y hagamos caer todos los muros que nos separan y colaboremos en la construcción de la única Iglesia.

(T)  Entramos en los días de Pascua en que Jesús pasó de este mundo al Padre y amó a sus discípulos hasta el final.

Como él, llevamos en el corazón los sufrimientos y las aspiraciones de todos los hombres y mujeres, y unidos a él rezamos:

(T)  Padre nuestro…

(M)  Jesús, nuestro Maestro y Señor,

que a la hora de pasar de este mundo al Padre,

lavaste los pies de los discípulos
y en la Eucaristía nos dejaste
el testamento de tu amor,
haz que aprendamos de ti
a corresponder con este inmenso don
en el amor mutuo y el servicio fraterno.
Tú que vives y reinas por los siglos de los siglos.

(T)  Amén.

INVOQUEMOS LA BENDICIÓN DEL PADRE

(M)  Padre, concede tu bendición a nuestra familia

y mira con amor a tus hijos

que en el mundo sufren por la enfermedad;
haz que pronto podamos volver

a celebrar con todos los hermanos

la Santa Cena que tu Hijo nos ha confiado
para vivir siempre de tu don.

(T)  Amén.

Cada uno traza sobre sí el signo de la cruz, mientras el padre (o la madre) continúa diciendo:

(M)  En el nombre del Padre, del Hijo y del Espíritu Santo.

(T)  Amén.

A este rato de oración puede seguirle un momento prolongado de silencio.

ANEXO

Para meditar

El relato más antiguo de la Cena del Señor nos habla en primer lugar de una tradición en el sentido más profundo y más verdadero de la palabra. No es sólo un hábito y ni siquiera una costumbre, sino una tradición, es decir, la transmisión de una experiencia fuerte. El apóstol Pablo, de hecho, dice que ha transmitido lo que él mismo ha recibido. Este es el mecanismo del anuncio evangélico y también del gran don de la Eucaristía: nadie es el dueño o el guardián celoso, porque es lo que la Iglesia siempre recibe de su Señor y con amor lo transmite a sus hijos. Cada Eucaristía que se celebra, en la más impresionante de las catedrales o en la iglesia de montaña más pequeña, es una realización del mandamiento de Jesús («Haced esto en conmemoración mía») y es repetición no sólo de los gestos que Jesús hizo, sino que también confió «la noche en que iba a ser entregado». Esta anotación de Pablo no es simplemente una referencia temporal, sino que indica el contexto en que Jesús se da en su Cuerpo y en su Sangre. Él, de hecho, reúne a los suyos la misma noche de la traición, noche de tristeza profunda (véase Marcos 14,34), pero también noche de un amor que llega hasta el extremo, hasta el final (Juan 13,1). En el momento en que es entregado por el traidor, él se entrega al Padre y entrega los «signos sagrados» del Pan partido y del Vino derramado.

Es evidente, pues, que la Eucaristía sólo se puede comprender a la luz de la cruz y del sacrificio de Jesús, y los discípulos están llamados a celebrarla en todos los sitios y en todo momento para anunciar el misterio de la cruz, misterio de vida y de victoria, hasta el retorno glorioso del Señor. Cada comunidad, pequeña o grande, que se reúne en torno al altar vivo de memoria y espera, reconoce el acontecimiento pascual como fuente de vida nueva y camina en la esperanza de que el Señor volverá.

Pequeños gestos, grandes acciones. Jesús toma pan y vino y da gracias antes de distribuirlos a los discípulos y, confiándonos estas acciones, modela nuestra oración en su propia oración para que siempre podamos dar gracias y reconocer que Dios actúa en nuestra vida y hace maravillas en nosotros.

Palabras de la vida. Jesús, tomando el pan, dice: «Esto es mi cuerpo, que será entregado por vosotros». Su vida está totalmente dada en este pan que es su cuerpo; traicionado, se nos da, en favor nuestro, para nuestra vida. Este es el significado más verdadero y más bonito de la palabra sacrificio. La Eucaristía es sacrificio porque Jesús sigue dándose a sí mismo por nosotros y se ofrece para favorecernos. Tomando el vino, dice: «Este cáliz es la nueva alianza sellada con mi sangre». Ahora es posible tomar parte en la nueva alianza entre Dios y la humanidad que el Hijo ha sellado dando su propia vida bebiendo en ese cáliz, compartiendo su propia entrega.

El que come su Cuerpo y bebe su Sangre tiene en él la vida verdadera y puede vivir como una nueva criatura, comprometiéndose cada día para cambiar el mundo en el amor sincero y total al hermano.

La Eucaristía, como memorial de Cristo muerto y resucitado, prepara los tiempos nuevos y modela los hombres y las mujeres para configurarlos más y más al estilo de Jesús. Tomar pan y vino, dar gracias, partir y distribuir no son sólo las acciones a realizar para hacer auténticamente la Eucaristía, sino también las acciones que inspiran una manera «cristiana» de estar en el mundo.