Fecha: 5 de julio de 2020

En la fiesta del Sagrado Corazón de Jesús celebramos la Jornada de oración por la Santificación de los Sacerdotes con el lema «Sacerdotes con el corazón de Cristo» y siguiendo un texto del Papa Francisco con 5 palabras clave. Ahora lo acogemos pensando en todos los fieles cristianos que necesitamos y queremos vivir centrados en el amor del Corazón de Cristo:

  1. Gratitud

Todos deberíamos velar por mantener siempre un corazón agradecido, lleno de gratitud. Jesús nos enseña a dar gracias al Padre para que los pequeños y sencillos acogen el Reino (cf. Mt 11,25). Saber acoger todo lo que hay de positivo en la creación, en las personas y en uno mismo. Y verlo como un don de Dios inmerecido. Agradecer y adorar el amor que brota del Corazón de Cristo, y de una manera especial en la Eucaristía, que nos regala el don del sacrificio de amor del Señor por su pueblo.

  1. Misericordia

Todo cristiano, y no sólo el sacerdote, está configurado con Cristo, por el bautismo y es ministro de la misericordia y de la reconciliación, con un corazón misericordioso como el de Jesús, que pasó curando y haciendo el bien (cf. Hch 10,38 ). No tengamos miedo de contaminarnos de la fragilidad humana y bajamos los abismos de la debilidad y del pecado, para revelar en ella el Corazón misericordioso del Padre. Esto significa actitud misericordiosa, capacidad de acoger, escuchar, y acompañar a los hermanos.

  1. Compasión

Jesús, ante las multitudes exhaustas y oprimidas, sentía una profunda compasión (cf. Mt 9,36) y, como Buen Samaritano, se convertía en manifestación viviente del amor de Dios Padre. A todos se nos pide un corazón compasivo, que se exprese en la cercanía, en la participación real e integral en los sufrimientos y trabajos de la gente, en la capacidad de relaciones que reaviven la esperanza, en la atención a las heridas de los hermanos.

  1. Vigilancia

Todos los fieles tenemos la tentación de sentirnos desilusionados con la realidad, o con la Iglesia o con uno mismo. Y entonces nos repliegan en una melancólica tristeza, que vuelve estéril todo intento de transformación y conversión, propagando resentimiento y animosidad. Hay que pedir al Espíritu que venga a despertarnos. Experimentamos «el cansancio de la esperanza», que a menudo nace de la distancia entre las expectativas personales y los frutos visibles del apostolado. Hay que dejarse «desvelar» por la Palabra del Señor y por el grito del Pueblo de Dios.

  1. Ánimo esperanzado

Contemplando el Corazón de Jesús, podemos entender los dos vínculos fundamentales a partir de los cuales Jesús vive su propia misión: el Padre del cielo y el pueblo. Es necesario vivir con ánimo esperanzado, y cuidar la relación con Dios y de la solidaridad activa; cultivar el íntimo diálogo de amor con Dios Padre y vivir una fecunda caridad para con los pobres y hacia todos. Nuestra vida cotidiana y el fundamento de nuestra comunión con el Señor necesitan la alegría y la esperanza que brotan de una profunda amistad personal con el Señor.

Dejémonos atraer por el amor misericordioso y santificador que brota del Corazón Sagrado de Jesús. Consagremos la vida al Señor, cuidemos la intimidad profunda con Él, seamos humildes servidores de los hermanos y pidamos la gracia de amar siempre como Jesús ama.