Fecha: 11 de abril de 2021

Hoy la Iglesia celebra el Domingo de la Divina Misericordia. El papa Juan Pablo II instituyó esta fiesta el año 2000 y quiso que tuviera lugar cada segundo domingo de Pascua. La misericordia, como dijo el mismo Papa, no es un mensaje nuevo, pero nos puede ayudar a vivir intensamente la buena noticia de la Pascua, que podemos ofrecer como un rayo de luz a nuestros hermanos.

En esta celebración, los cristianos recordamos de manera especial que Dios es misericordioso. Del corazón de Dios brota una corriente de misericordia que nos llena de alegría, de esperanza y cura todas nuestras heridas. Si leemos con atención la Sagrada Escritura descubriremos que Dios muestra su amor de muchas maneras. Su misericordia llena la tierra (cf. Sal 32, 5).

Dios es un padre que siente ternura por sus hijos y los ama incondicionalmente. El profeta Oseas compara a Dios con un padre o una madre. Dios nos enseña a caminar, nos toma en sus brazos y se inclina ante nosotros para darnos de comer (cf. Os 11, 3-4). Jesús en el evangelio le llama Abba, que era la palabra que los niños usaban para dirigirse a sus padres con cariño. Podríamos traducirla en nuestra lengua como papá o padre querido.

Dios, a través de su Hijo, se revela como un amigo fiel que siempre permanece a nuestro lado. Jesús quiere tener una relación personal con cada uno de nosotros. Espera que le abramos el corazón y compartamos con él todas nuestras dudas, esperanzas y sueños. Jesús nos ama tanto que ha dado la vida por nosotros: «Nadie tiene un amor más grande que el que da la vida por sus amigos» (Jn 15,13).

El amor de Dios siempre rompe nuestros esquemas. Se presenta cada Navidad como un niño que necesita nuestro cariño. Dios, creador del universo, se hace pequeño y pide que lo recibamos en nuestro corazón.

El profeta Jeremías relata que cuando recibió la llamada de Dios, este le preguntó: «¿Qué ves?», y él le respondió: «una rama de almendro» (Jer 1,11). El almendro es el primer árbol de la primavera. Cuando todo parece muerto sus flores anuncian que viene un tiempo nuevo. Así es Dios. Cuando todo parece perdido, Él se manifiesta como esperanza y vida nueva. Solo su amor puede sacar vida de donde hay muerte.

Dios es ternura. Aunque nosotros nos alejemos de Él, Él continuará amándonos. Él es la luz que ilumina y transforma nuestra vida, elimina las rivalidades y los odios y nos hace cercanos a los más necesitados. Dice el papa Francisco que estamos llamados a convertirnos en la caricia de Dios para aquellos que han olvidado las primeras caricias, o que tal vez jamás en su vida han recibido un gesto de cariño.

Queridos hermanos y hermanas, que María, madre de la misericordia, nos ayude durante toda la Pascua a encontrar ese rayo de luz y las semillas del amor de Dios en nuestra vida de cada día. Os deseo un feliz Domingo de la Divina Misericordia.