Fecha: 4 de febrero de 2024
Acabamos de celebrar, este pasado viernes, la fiesta de la Presentación del Señor. La fiesta es conocida y celebrada con varios nombres que expresan su significado: la Presentación del Señor, la Purificación de María, la fiesta de la Luz y la fiesta de las Candelas. Cristo, la Luz del mundo presentada por María su Madre en el Templo, viene a iluminarnos a todos, como las velas y las candelas iluminan en la oscuridad.
Según la antigua costumbre del pueblo de Israel, cuarenta días después de haber nacido un primogénito, éste debía ser llevado al Templo para presentarlo al Señor. Así hicieron María y José con el Niño Jesús como dice el evangelio: «Los padres de Jesús le llevaron a Jerusalén, para presentarlo al Señor, de acuerdo con lo escrito en la ley del Señor»(Lc 2, 22). Porque los primeros hijos varones de los judíos pertenecían al Señor.
Así se manifestó Jesús en Israel ante aquellos ancianos Simeón y Ana, que representaban al pueblo de Israel fiel que esperaba la venida de su salvador y alabaron a Dios al ver cumplidas sus esperanzas.
La entrada por primera vez de Jesús en el templo de Jerusalén supone el cumplimiento de las Escrituras que habían anunciado que así un día entraría el Mesías, y expresa también que Cristo, la luz verdadera, entra en “su” templo para ser luz del mundo, mientras el anciano Simeón estalla en un cantico de alabanza: “Mis ojos han visto al Salvador que preparabais para presentarlo a todos los pueblos; luz que se revele a las naciones, gloria de Israel, su pueblo” (Lc. 2, 30-32).
A su vez, en este día, la Iglesia celebra la XXVIII Jornada Mundial de la Vida Consagrada, con el lema “Aquí estoy, Señor, hágase tu voluntad”. Esta Jornada recuerda el don para la Iglesia y para el mundo de las personas consagradas «en la riqueza de modos y carismas, inspirados por el Espíritu Santo a través de la escucha y el discernimiento comunitario».
Consagrar, en sentido teológico, es lo mismo que santificar, divinizar, hacer sagrado; y vida consagrada significa una vida dedicada del todo a Dios. Todos estos términos implican una relación directa con Dios, entrar en la esfera de lo sagrado, de lo divino, de lo santo. Y esto es lo que se ha realizado en todos aquellos que hemos recibido el bautismo. Porque el bautismo ha sido nuestra consagración radical y plena. Y esta consagración la ha realizado Jesucristo a través de la Iglesia en el bautismo, consagrándonos al Padre y al Hijo y al Espíritu Santo. Después, Dios llama a sus hijos por distintos caminos, diversas formas y expresiones de concretar esta consagración bautismal en la vida de cada cristiano.
La vida consagrada es el camino por el que Dios llama a algunos a vivir esta consagración en la dedicación de toda la vida al servicio de Dios y de los hermanos, a través de un carisma concreto, de una misión, de una espiritualidad. Como Jesús, Luz del mundo, los consagrados y consagradas son también luz en la Iglesia y para el mundo, y con la profesión de unos votos que suelen ser los de pobreza, castidad y obediencia son imagen de Cristo consagrado para la vida de mundo.
Oremos hoy, estos días, especialmente por nuestros hermanos y hermanas consagrados, y agradezcamos a Dios y a quienes viven este camino del Evangelio su dedicación y entrega, especialmente en nuestra diócesis.