Fecha: 14 de febrero de 2021

El próximo miércoles es Miércoles de Ceniza. Comenzamos la Cuaresma, tiempo para renovar la fe, la esperanza y la caridad. Así nos exhorta el Papa Francisco en su Mensaje cuaresmal que os quiero dar a conocer.

Cuando Jesús anuncia a sus discípulos su pasión, muerte y resurrección, para cumplir con la voluntad del Padre, les revela el sentido profundo de su misión y les exhorta a asociarse a ella, para la salvación del mundo. Recorriendo el camino cuaresmal, que nos conducirá a las celebraciones pascuales, recordamos Aquel que «se humilló a sí mismo, hecho obediente hasta la muerte, y una muerte de cruz» (Flp 2,8). En este tiempo de conversión renovamos nuestra fe, saciamos nuestra sed con el «agua viva» de la esperanza y recibimos con el corazón abierto el amor de Dios que nos convierte en hermanos y hermanas en Cristo. La noche de Pascua renovaremos las promesas de nuestro Bautismo, para renacer como hombres y mujeres nuevos, gracias a la obra del Espíritu Santo. El ayuno, la oración y la limosna, deben ser las condiciones y la expresión de nuestra conversión con respecto a nuestra fe, nuestra esperanza y nuestra caridad.

  1. La fe nos llama a acoger la Verdad y a ser testigos, ante Dios y ante nuestros hermanos y hermanas.

La Verdad es un mensaje que recibimos y podemos comprender gracias a la inteligencia del corazón, abierto a la grandeza de Dios que nos ama antes que nosotros mismos seamos conscientes. Y esta Verdad es Cristo. Haciendo la experiencia de una pobreza aceptada, quien ayuna se hace pobre con los pobres y «acumula» la riqueza del amor recibido y compartido. Por ello contribuye a amar a Dios y al prójimo. Ayunar significa liberar nuestra existencia de todo lo que nos estorba, incluso de la saturación de informaciones -verdaderas o falsas- y de productos de consumo, con el fin de abrir las puertas de nuestro corazón a Aquel que viene a nosotros pobre de todo, pero “lleno de gracia y de verdad» (Jn 1,14).

  1. La esperanza como «agua viva» que nos permite continuar nuestro camino.

Es el Espíritu Santo, como agua viva, aquel que Jesús dará en abundancia en el Misterio pascual, y que infunde en nosotros la esperanza que no defrauda. En el actual contexto de preocupación en que vivimos y en el que todo parece frágil e incierto, reconstruyamos la esperanza, dirijamos la mirada a la paciencia de Dios, que sigue cuidando de su Creación. Al recibir el perdón, en el Sacramento que se encuentra en el corazón de nuestro proceso de conversión, también nosotros nos convertimos en difusores del perdón.

  1. La caridad, vivida siguiendo las huellas de Cristo, mostrando atención y compasión por cada persona, es la expresión más alta de nuestra fe y de nuestra esperanza.

Vivamos una Cuaresma de caridad, cuidando de quienes se encuentran en condiciones de sufrimiento, abandono o angustia. Hagamos todo lo que podamos para aliviarlos.

Cada etapa de la vida es un tiempo para creer, esperar y amar. La Cuaresma debe ser camino de conversión y oración; de compartir nuestros bienes; para reconsiderar la fe que viene de Cristo Resucitado, la esperanza animada por el soplo del Espíritu, y el amor que se renueva en el corazón misericordioso del Padre.