Fecha: 11 de febrero de 2024

La Jornada del enfermo que se celebra en la fiesta de la Virgen de Lourdes, nos lleva a reflexionar sobre la atención y el cuidado de los hermanos enfermos, compromiso fundamental del ministerio de Jesús. Los creyentes estamos llamados a reflejar el amor, la compasión y la misericordia que Jesucristo enseñó y practicó durante su ministerio terrenal. Os propongo 10 principios fundamentales de actuación que orientan el amor cristiano en situaciones de enfermedad:

  1. La compasión y la empatía son el corazón del cuidado cristiano del enfermo. Jesús demostró compasión en sus encuentros con enfermos, curando no sólo los cuerpos, sino también las almas. En el Evangelio, vemos cómo se conmovía por las aflicciones de los demás, y este ejemplo es la base del cuidado cristiano. Estamos llamados a acercarnos a los enfermos con corazón compasivo y a hacernos nuestras sus luchas, compartiendo dolores y ofreciendo consuelo.
  2. Estar presentes y acompañar como testigos del Amor de Cristo. La simple presencia puede ser un testimonio poderoso del amor de Dios. La enfermedad a menudo comporta la sensación de soledad, y estar presente es una forma tangible de demostrar el amor cristiano, que acompaña a los enfermos en su camino vital, comparte sus alegrías y tristezas, y ofrece ayuda.
  3. La oración es muy importante en el cuidado cristiano de los enfermos, es un pilar en el que sostenernos. Jesús dedicó tiempo a la oración y enseñó a sus seguidores a buscar el consuelo y la luz de Dios a través de ella. Al orar con y por los enfermos, los cristianos participamos en un acto de comunión con Dios, buscando fortaleza espiritual y consuelo en medio de las pruebas.
  4. Es necesario apoyar espiritualmente, alimentando la fe en momentos de aflicción y aportando fortaleza a la dimensión espiritual, con lecturas bíblicas, reflexiones espirituales y diálogos sobre la fe, que pueden ofrecer consuelo y esperanza en momentos de abatimiento. Ayudar a encontrar sentido a su sufrimiento, con una conexión con Dios.
  5. Recurrir a los sacramentos, que son dones de gracia y de curación. La unción de los enfermos, la penitencia y la comunión, no sólo ofrecen gracia y curación espiritual, sino que sobre todo unen fuertemente el enfermo a Cristo y a la comunidad.
  6. Respetar siempre la dignidad de la persona del enfermo, valorándole como imagen de Dios. Cada individuo es un hijo de Dios, muy amado, y por eso hay que cuidarlo, respetando la singularidad y la autonomía de cada persona enferma.
  7. Realizar acciones concretas que den apoyo práctico, encarnado, del Amor de Dios. El amor cristiano se manifiesta no sólo en palabras, sino sobre todo en obras. Ofrecer apoyo en las necesidades, revela el compromiso de servir al prójimo.
  8. Actuar en colaboración con los profesionales de la salud, tratando de integrar los cuidados espirituales y los medicinales. Así, se garantiza un enfoque integral para abordar las necesidades físicas, emocionales y espirituales del enfermo.
  9. Involucrar a la Parroquia y la comunidad, ya que somos un cuerpo unido. Intentemos crear equipos parroquiales voluntarios de apoyo, conexión con la familia, visitas regulares y encuentros comunitarios que ayuden a la participación de la comunidad, compartiendo la responsabilidad del cuidado. Siempre con discreción y humildad.
  10. Velar por aportar la esperanza de la vida eterna que anhelamos. Debemos poder ofrecer más que consuelo temporal, anunciando la esperanza eterna, centrada en la vida divina y el amor misericordioso y fiel de Dios. La muerte no es un final. La esperanza cristiana trasciende las circunstancias temporales y apunta hacia la promesa de una vida eterna, donde gozaremos de la presencia amorosa de Dios.