Fecha: 1 de noviembre de 2020

El domingo 18 de octubre estaba prevista la ordenación de cuatro nuevos sacerdotes en la Catedral de Terrassa, pero en realidad fueron tres, porque uno de ellos, Mn. Alex Serra, tuvo que quedarse confinado junto con toda la comunidad del Seminario debido a un contagio del coronavirus. Hoy, solemnidad de Todos los Santos, recibirá la ordenación presbiteral a las 18h. Celebrar todos los santos y la llamada universal a la santidad trae a la memoria la imagen de un inmenso jardín con innumerables especies de flores, todas ellas bellas y diferentes. La voluntad de Dios es que todos sus hijos lleguen a la perfección, a la santidad, cada uno en su singularidad, en su circunstancia, en su tiempo y lugar, con sus características y peculiaridades, con sus diferencias, en definitiva, cada uno con su personalidad humana y su carisma espiritual, pero todos desarrollando su realidad de hijos de Dios.

A esta llamada, que reciben todos los bautizados, se responde a través del camino de las bienaventuranzas, un camino que el mismo Jesús nos ha trazado y que los santos han recorrido, con la gracia de Dios, a pesar de sus limitaciones. Hoy los celebramos a todos y recordamos que ese ha de ser también nuestro camino. En ellos contemplamos la victoria del amor sobre el egoísmo; descubrimos que han sido pobres de espíritu, mansos, misericordiosos, limpios de corazón; que han trabajado por la paz, que han tenido hambre y sed de justicia y han sido perseguidos por causa de la justicia. Y todos ellos, en ese camino, han encontrado la felicidad y la verdadera alegría.

Este es el ideal, de hecho, para todo cristiano, que no ha de refugiarse en las limitaciones personales o en las dificultades ambientales para hacerse el sordo a esta llamada; tampoco vale la excusa de que comporta una tarea enormemente difícil, reservada a unos pocos privilegiados, y, en el fondo, inasequible para la gran mayoría de fieles, porque las vidas de los santos son admirables pero no imitables. Esta llamada corresponde a todos los bautizados y debemos tener el coraje de escucharla y proponerla con esperanza. Seguramente en algún momento de la vida lo hemos considerado, e incluso hemos puesto por escrito el propósito, que a su vez hemos intentado cumplir. Pero quizá poníamos la confianza más en nuestras fuerzas que en la gracia de Dios. Y por eso se hacían presentes el cansancio y la desesperanza. Pues bien, la celebración de Todos los Santos es un día en que el Señor nos devuelve la esperanza y nos llama a reemprender este camino.

Devolver la esperanza: a cada ser humano y a la humanidad, recuperar la confianza en el ser humano y en la humanidad. Este es un concepto que el papa Francisco explica en su reciente encíclica Fratelli tutti tras denunciar una globalización y un progreso sin rumbo común. Cuando los derechos humanos, que son universales, en realidad no son iguales para todos; cuando la esclavitud está abolida, pero brotan nuevas formas de esclavitud; cuando vivimos una especie de tercera guerra mundial por etapas; cuando no hay horizontes que congreguen en un mismo proyecto de fraternidad; cuando reaparecen conflictos y miedos que no se han superado y se materializan en la creación de muros para la autopreservación y para impedir el encuentro con los otros; cuando se produce un deterioro de la ética y un debilitamiento de los valores espirituales, del sentido de responsabilidad y de la conciencia de que somos interdependientes, entonces crece la sensación de frustración, de soledad, y no es extraño que se pierda la esperanza (cf. FT22-30).

La solemnidad de Todos los Santos se convierte en una ocasión propicia para volver la mirada a Dios, para hacer un alto en el camino y reflexionar, para redescubrir a los demás. Pidamos al Señor llegar a vivir ese triple encuentro, y que nos devuelva la esperanza en nosotros mismos, en cada persona y en la humanidad.