Fecha: 11 de octubre de 2020

El próximo domingo celebraremos el día del DOMUND, una jornada en la que somos invitados a recordar a los misioneros y misioneras que han dejado su país para anunciar el Evangelio en los lugares donde la Iglesia no está presente o no está suficientemente consolidada. Aunque todos estamos llamados a ser evangelizadores en nuestros ambientes, su testimonio nos debe interpelar porque viven plenamente el mandato del Señor, que envió a sus discípulos a anunciar por todo el mundo el Reino de Dios. De hecho, cuando conocemos a un misionero o una misionera y escuchamos sus testimonios, descubrimos la alegría que les inunda y la ilusión con la que narran sus experiencias, nos quedamos impresionados, porque vemos personas que viven su vocación cristiana con plenitud, y a su lado nos sentimos pequeños. También descubrimos que la misión ha de ser el modelo de toda la vida de la Iglesia, llamada constantemente a salir de sus seguridades mundanas para anunciar el Evangelio con autenticidad y credibilidad.

El lema para la jornada de este año, Aquí estoy, envíame, son las palabras con las que el profeta Isaías responde a la pregunta que Dios le dirige: ¿A quién enviaré? La disponibilidad para la misión es respuesta generosa a la llamada de Dios. Lo que engrandece a la Iglesia no son los medios materiales o los instrumentos de poder. Esto la convertiría en una asociación humana más. Lo que la hace crecer es la entrega de cada uno de los cristianos a su vocación y misión. La vocación misionera únicamente se puede entender desde esta dinámica de entrega de uno mismo, que es la que hace fructificar la semilla del Evangelio en el corazón del mundo.

El papa Francisco, en el mensaje que ha dirigido a la Iglesia para esta jornada, nos recuerda que una respuesta tan generosa solo se puede entender cuando se vive una “relación personal de amor con Jesús vivo en su Iglesia”. Únicamente desde la amistad con Cristo se puede realizar la propia vocación (no solo la misionera) como entrega de uno mismo, porque es la dinámica que caracterizó su existencia y la que debe impregnar la de sus discípulos: Él no vino a ser servido, sino a servir y dar la vida en rescate por muchos. Las vocaciones misioneras crecerán si todos los bautizados vivimos desde esta misma orientación. La jornada del Domund nos debe llevar a pedirle que no falten las vocaciones misioneras, porque sin ellas la Iglesia se empobrece y se debilita la vitalidad evangélica.

El deber de anunciar el Evangelio a toda la creación no es solo de aquellos que han escuchado esta llamada del Señor y han dejado su tierra, sino que es una tarea de toda la Iglesia. La celebración del Domund nos posibilita unirnos a la obra misionera. Como dice el Papa en su mensaje “la oración, la reflexión y la ayuda material son oportunidades para participar activamente en la misión de Jesús en su Iglesia” y, de este modo, “hacer frente a las necesidades espirituales y materiales de los pueblos y las Iglesias del mundo entero”, ayudando así a “la salvación de todos”.