Fecha: 2 de julio de 2023

Estimadas y estimados. Hoy, la Iglesia diocesana de Tarragona está de fiesta. Esta tarde serán ordenados en la catedral dos nuevos diáconos, Josep y Juanjo.

Pero, ¿qué es el diaconado? En el libro de los Hechos de los Apóstoles se describe admirablemente la vida de los primeros cristianos de Jerusalén «con un solo corazón y una sola alma» (Hch 4,32). De una forma casi idealizada, se describe cómo vivían unidos e, incluso, se explicita que «ninguno de ellos consideraba como propios los bienes que poseía, sino que todo estaba al servicio de todos» (Ibíd.). Pero, a pesar de ello, surgen dificultades, dado que la distribución de los bienes no se había hecho de forma adecuada ―al menos con los emigrantes, que al fin y al cabo son los más débiles―, dado que las viudas de los discípulos de lengua griega manifiestan una queja de desatención (cf. Hch 6,1). Ante esta situación de conflicto interno, el pasaje relata de algún modo el origen de una nueva organización de la comunidad cristiana de Jerusalén por la autoridad de los Doce. Los apóstoles crean una nueva forma de diakonía para el ministerio de la caridad en el servicio diario a las viudas y a los pobres, que encomiendan a siete personas de «buena reputación, llenos del Espíritu Santo y de sensatez» (Hch 6,3). La comunidad presentó a estas personas y los apóstoles, «después de rezar, les impusieron las manos» (Hch 6,6). Son muchos quienes han visto en este pasaje el inicio de lo que será posteriormente el diaconado en la vida de la Iglesia. Los apóstoles dan en esos momentos una respuesta teológica y pastoral a un problema social de la vida diaria; diferenciando, pero integrando sin separar, la subsistencia o el alimento diario y la Palabra de la fe. Porque también la distribución del pan, el servicio de dar alimentos a los pobres, el servicio de la caridad debe hacerse con Espíritu y con sabiduría.

A partir de aquí y después de muchas vicisitudes históricas que ahora no podemos describir, el diaconado se ha configurado en la tradición viva de la Iglesia como el primer grado del sacramento del orden. Porque, como recuerda la Constitución dogmática sobre la Iglesia del Concilio Vaticano II, «el ministerio eclesiástico establecido por Dios es ejercido en varias órdenes por aquellos que ya de antiguo son llamados obispos, presbíteros y diáconos» (LG 28). También, desde el Vaticano II, el diaconado no es meramente un ministerio de simple paso hacia el presbiterado, sino que puede ser conferido de forma permanente. En ese caso, los candidatos pueden estar casados, como es el caso de nuestros dos candidatos. Cuando es así, para la ordenación, deben tener el consentimiento y la colaboración de sus esposas.

El obispo, como cabeza y servidor de una Iglesia local, nunca actúa solo, siempre tiene como ayudantes a los presbíteros y a los diáconos (cf. LG 20). Mientras los presbíteros colaboran con el obispo en el servicio de actuar haciendo presente a Cristo, Jefe de la Iglesia, por medio del ministerio de la santificación, del anuncio del Evangelio y de la dirección de la comunidad, los diáconos asisten al obispo diocesano en su diaconía al servicio del Pueblo de Dios, en la triple labor de la Palabra, de la Liturgia y de la Caridad. De hecho, la antigua tradición eclesial atestigua una intensa actividad diaconal al servicio de los pobres, al servicio del Evangelio y al servicio de la comunidad. Por tanto, los diáconos tienen como modelo a Cristo Servidor y como finalidad ayudar a la Iglesia a vivir activamente su dimensión servidora. Pido la oración a todos los diocesanos para que así sea en los dos candidatos que hoy serán ordenados.

Vuestro,