Fecha: 16 de agosto de 2020

La vida humana, como hemos repetido en otras ocasiones es una peregrinación que comienza en el momento del nacimiento y dura hasta la muerte. Es importante acompañar a las personas a lo largo de este camino, tal como vamos considerando en estas semanas. Ese acompañamiento no es algo intimista y cerrado, sino abierto, compartido, y al servicio de la evangelización. Señala el Papa Francisco que «el auténtico acompañamiento espiritual siempre se inicia y se lleva adelante en el ámbito del servicio a la misión evangelizadora» (EG 173), y pone como ejemplo la relación de Pablo con Timoteo y Tito como modelo de este acompañamiento y formación en medio de la acción apostólica.

En primer lugar, Pablo pasará por la experiencia de ser acompañado. Después del encuentro con Cristo, camino de Damasco, se encuentra con Ananías, que ha sido enviado por el Señor a la casa en que Saulo está hospedado. Al entrar´-leemos en los Hechos de los Apóstoles- «le impuso las manos y le dijo: «Hermano Saulo, el Señor Jesús, que se te apareció cando venías por el camino, me ha enviado para que recobres la vista y seas lleno de Espíritu Santo». Inmediatamente se le cayeron de los ojos una especie de escamas, y recobró la vista. Se levantó, y fue bautizado»  (Hch 9,17-18).  Ananías le ayuda a recobrar la vista material y también la espiritual. Lo acoge fraternalmente, le ayuda a interpretar la formidable experiencia que ha vivido y también a tomar conciencia de la misión para la que ha sido elegido por el Señor.

De esta forma Pablo pudo convertirse en maestro y guía para otros, y acompañó personas y comunidades.  A Timoteo y a Tito les da criterios para la vida personal y para la acción pastoral. A Timoteo lo incorporó como colaborador en el segundo viaje misionero después de conocerlo en Listra. Le confiará diferentes misiones  y le otorgará toda su confianza.  No es difícil imaginar los profundos diálogos y las detalladas consultas de ámbito personal y también en relación a la actividad apostólica. De esta manera Timoteo va creciendo como persona, como creyente y como evangelizador, desplegando todas las gracias y dones que el Señor le ha concedido, con  la guía incomparable de Pablo.

La relación que Pablo ejerce con los discípulos y las comunidades podemos decir que es de paternidad, y está íntimamente vinculada a la transmisión del Evangelio. Con estas palabras se dirige a la comunidad de Corinto: «Os quiero como a hijos; ahora que estáis en Cristo tendréis mil tutores, pero padres no tenéis muchos; por medio del Evangelio soy yo quien os ha engendrado para Cristo Jesús» (I Cor 4, 14-15).  En un sentido parecido escribe a la comunidad de Tesalónica: «Aunque, como apóstoles de Cristo, podíamos haberos hablado con autoridad; por el contrario, nos portamos con delicadeza entre vosotros, como una madre que cuida con cariño de sus hijos.  Os queríamos tanto que deseábamos entregaros no solo el Evangelio de Dios, sino hasta nuestras propias personas, porque os habíais ganado nuestro amor» (1Ts 2,7-8).

Podemos afirmar que el acompañamiento responde a la doble vocación que se recibe en el bautismo: la llamada a la santidad y al apostolado. Se realiza en el contexto de la misión evangelizadora y al servicio de la evangelización. Su finalidad es propiciar el  crecimiento en la fe, el desarrollo espiritual, la santificación personal, para llegar «a la medida de Cristo en su plenitud» (Ef 4,13). En segundo lugar, tiene también como objetivo una inmersión en la dimensión eclesial y comunitaria de la fe, y en la proyección apostólica y su dimensión evangelizadora.

El acompañante principal en este proceso es el Espíritu Santo. Nosotros somos pequeños colaboradores, y hemos muy conscientes de ello, para ejercer este servicio con humildad y prudencia, evitando las dependencias emocionales y las admiraciones personales; sin crear microclimas intimistas o endogámicos; haciendo como Ananías, que interviene en lo que corresponde y cuando corresponde, y después se retira discretamente. Como insiste el Papa Francisco, siendo discípulos misioneros que acompañan a los discípulos misioneros.