Fecha: 8 de agosto de 2021

El Papa Francisco ha querido que este año celebráramos por primera vez en el fiesta de los abuelos de Jesús, Joaquín y Ana el 26 de julio, una Iª Jornada Mundial de los Abuelos y de los Mayores, con el lema «Yo estoy contigo todos los días» (cf. Mt 28,20) remarcando aquella promesa que el Señor hizo a sus discípulos y que hoy aplica a los queridos abuelos y abuelas. Toda la Iglesia debe ser cercana y preocuparse más por las personas mayores, amándolos y no dejándolos solos.

En su Mensaje el Papa comenta que la pandemia ha sido una tormenta inesperada y violenta, una dura prueba que ha golpeado la vida de todos, pero ha reservado un trato más duro a la gente mayor. Muchos han enfermado, han marchado o han visto como se apagaba la vida de sus cónyuges o de sus seres queridos. Muchos, aislados, han sufrido la soledad durante un largo tiempo. El Señor conoce cada uno de sus sufrimientos y su soledad no le es indiferente. Cuando todo parece oscuro, el Señor sigue consolando a los mayores. El sentido de esta Jornada mundial es que «cada abuelo, cada anciano, -sobre todo los que están más solos- ¡reciba la visita de un ángel!«, dice el Papa Francisco. A veces tendrá el rostro de los nietos, otras veces el rostro de familiares, de amigos de toda la vida o de personas que han conocido durante esta pandemia. Hemos aprendido a comprender que son importantes los abrazos y las visitas para cada persona mayor, y que es muy triste que en algunos lugares esto aún no sea posible.

El Papa recomienda leer una página del Evangelio cada día, rezar con los Salmos, leer los Profetas para que nos conmueva la fidelidad del Señor. La Escritura también nos ayudará a comprender lo que el Señor nos pide hoy para nuestra vida. Porque envía obreros a su viña a todas las horas del día (Mt 20,1-16), y cada etapa de la vida. Él está siempre cerca de nosotros -siempre- con nuevas invitaciones, con nuevas palabras, con su consuelo. Siempre está cerca de nosotros; es eterno y nunca se jubila.

Jesús al final del Evangelio envía los Apóstoles, «Id y haced discípulos a todos los pueblos, bautizándolos en el nombre del Padre y del Hijo y del Espíritu Santo; enseñándoles a guardar todo lo que os he mandado. Y sabed que yo estoy con vosotros todos los días, hasta el fin de los tiempos» (Mt 28,19-20). Estas palabras también hoy se dirigen a los ancianos para que comprendan mejor su vocación de custodiar las raíces, transmitir la fe a los jóvenes y tener cuidado de los pequeños. Entre los diversos pilares que deberán sostener esta nueva construcción hay tres que los ancianos, mejor que otros, pueden ayudar a colocar: los sueños, la memoria y la oración. La proximidad del Señor dará la fuerza para emprender un nuevo camino incluso a los ancianos más frágiles, por los caminos de los sueños, de la memoria y de la oración. Es necesario seguir soñando: en nuestros sueños de justicia, de paz y de solidaridad existe la posibilidad de que los jóvenes tengan nuevas visiones, y juntos podamos construir el futuro. «La oración de los ancianos puede proteger al mundo, ayudándole tal vez de manera más incisiva que la solicitud de muchos», decía el Papa Benedicto XVI. Mientras atravesamos, todos en la misma barca, el mar tempestuoso de la pandemia, la intercesión por el mundo y por la Iglesia no es en vano, sino que indica a todos la serena confianza de un lugar de llegada.