Fecha: 31 de mayo de 2020

Pentecostés es la fiesta del fuego del Espíritu Santo en nosotros y en el mundo. Jesucristo sentado victorioso a la derecha del Padre, nos envía el Defensor, el que nos conduce hacia la verdad plena, el Amor que nos libera de nuestros egoísmos, el Viento suave que todo lo cura y suaviza, la Fuente de agua viva que brota y canta en nuestro interior, muy adentro, enseñándonos a orar y a imitar en todo al Señor Jesús. ¡Cómo lo necesitamos para superar la actual pandemia y salir transformados! ¡Ven Espíritu Santo!

Nosotros ya poseemos este Espíritu. Por el bautismo y la confirmación pone su morada permanente dentro de nosotros, y misteriosamente nos ayuda y vivifica. Y en cada Eucaristía se nos reparte abundantemente para que vivamos en la unidad de la Iglesia y para que demos el testimonio de Cristo que el mundo necesita descubrir en los discípulos. Lo que necesitamos es dejarnos guiar con confianza para este Espíritu que nos hace amar y adorar al Padre, que nos fortalece para confesar la fe en Jesucristo con valentía y coherencia. Por la Confirmación, el Espíritu Santo que recibimos como un gran don, nos hace apóstoles de Jesús. Y el Evangelio nos dice que cuando Jesús llama a los apóstoles (Mc 3,14 ss.) lo hace porque los ama, para que estén con Él y para enviarlos a predicar el Evangelio y vencer el mal. Estar con Jesús, es quedar prendado por su amistad y su presencia salvadora. Estar con Él es vivir la oración, dedicarle toda la atención, escuchar y hacer caso de su palabra, disfrutar de su compañía y protección; permanecer en Él y mantenerse en su amor, para poder amar a todos.

Apóstol significa «enviado». Y ser enviado, es convertirse en testigo suyo, valiente, generoso, servidor de todos, que anuncia el Reino de Dios y trabaja por la paz, que mira de llegar a todos los cruces de caminos donde está en juego la dignidad de la persona humana, y en todas partes deposita esperanza, alegría y servicio. El Espíritu empuja la Iglesia a salir de sí misma, y ​​a tratar de llegar a todas las periferias del mundo, geográficas y existenciales. Llevamos la misión adelante, somos una misión dice el Papa Francisco, la misión de ser testigos de Jesús, que transforman el mundo y lo llenan del amor que proviene de Dios. Por eso en este día recordamos e intercedemos por la Acción Católica y por todos los movimientos de apostolado eclesiales, agradeciendo el florecimiento de los últimos años de tantos movimientos y carismas nuevos.

Hoy le decimos con toda la Iglesia: ¡Ven Espíritu Santo Defensor! Ayúdanos a salir más fuertes de esta pandemia que nos acosa. Cura nuestros espíritus angustiados y enfermos. Transfórmanos y haznos testigos más auténticos de Jesús. Que tu energía divina nos haga salir de nuestras comodidades y nos empuje por los caminos de la santidad, del amor auténtico y del testimonio valiente de nuestra fe. Que en todas partes donde nos movemos y vivimos, se note que somos cristianos y que llevamos esta presencia tuya dentro de nosotros, que nos hace ser sal, luz y fermento del Reino de Dios en todas las actividades de nuestra vida. ¡Ven Espíritu Santo! Haz que retomemos con entusiasmo evangélico la acción eclesial y la vida de nuestros pueblos y ciudades después de la pandemia. Da fecundidad a las actividades pastorales que llevamos a cabo y suscita vocaciones de entrega total al Señor. Guíanos por los caminos de la confianza, de la solidaridad y del servicio.

¡Santa Pascua granada de los frutos del Espíritu!