Fecha: 25 de septiembre de 2022

Es bueno acudir al diccionario para definir palabras o para aclarar conceptos; también resulta beneficioso leer explicaciones de expertos para aprender, distinguir y afrontar con actitud crítica y comprensiva la realidad que nos envuelve y que, en ocasiones, resulta compleja. Es el caso de un famoso escritor, ha vendido centenares de miles de libros, quien explicaba en la red social twitter lo siguiente: “Respondiendo a numerosas consultas sobre lo que dicen teles y diarios: escribo migrante para persona, animal o vegetal que deja su lugar habitual y se instala en otro (migraciones, migrar). Para quien llega a algún sitio, inmigrante. Para quien se va de algún sitio, emigrante”.

El lenguaje clarifica mucho y su uso es determinante en las relaciones humanas; también se puede utilizar, por supuesto, de manera perversa. Pero la realidad es mucho más complicada y es estudiada y analizada por sociólogos, periodistas, psicólogos o juristas. También por todos aquellos con convicciones religiosas como el papa Francisco, quien suscribe este comentario o por muchos de los lectores que tienen una opinión formada desde la fe en Jesucristo; es cierto que estos últimos son condenados a veces a un silencio social clamoroso o tienen respuestas irónicas sin argumentos como si la fe no hubiera sido una gran generadora de cultura a lo largo de la historia y una buena garante de humanización y promoción de derechos y libertades para todos los seres humanos.

Todo esto lo traigo a vuestra consideración en el día en que nuestra Iglesia celebra la 108ª JORNADA MUNDIAL DEL MIGRANTE Y REFUGIADO con el correspondiente Mensaje del papa Francisco para todos los católicos y personas de buena voluntad. Lo ha titulado “Construir el futuro con los migrantes y refugiados”.

Un brevísimo apunte histórico sobre esta jornada. El origen de su celebración data de 1914 poco antes del estallido de la Primera Guerra Mundial, cuando el papa Pío X, conmovido por el éxodo de millones de italianos, llamó a todos los cristianos a rezar por los migrantes. Más tarde su sucesor, al papa Benedicto XV, instituyó el “Día del migrante” para apoyar espiritual y económicamente las obras pastorales en ayuda de este gran colectivo. El papa san Juan Pablo II fue el primero en dirigir un Mensaje para esta ocasión y determinó añadir el término “refugiado” proponiendo su celebración para el segundo domingo después de la Epifanía. El papa Francisco, a petición de varias Conferencias Episcopales, transfirió la Jornada al último domingo de septiembre.

Es un tema y una preocupación que viene de lejos. Los libros del Antiguo Testamento contienen muchas referencias a la realidad social de la migración o de la extranjería. Abundan los mandatos de Dios al pueblo judío para tratar con dignidad a todos los seres humanos. En el Nuevo Testamento la figura de Jesús imprime un carácter definitivo a las relaciones que las personas tienen que establecer con familiares, amigos, conocidos o extraños. De ningún modo propone barreras o exclusiones por motivos étnicos, culturales, sociales o religiosos. Más bien, al contrario, reclama la fraternidad, todos somos hermanos, que se deriva de la paternidad, todos somos hijos de Dios.

Entre nosotros, en Lleida y comarcas, estamos acostumbrados a tratar con personas que provienen de otros países y culturas. Buscan trabajo y dignidad de vida. El Papa nos recuerda que debemos construir el futuro con ellos, con los migrantes y refugiados porque eso significa reconocer también y valorar lo que cada uno de ellos puede aportar al proceso de edificación. Hace falta que nosotros mostremos una actitud evangélica en todo momento. Es lo que Jesús nos pide y nos manda.