Fecha: 12 de julio de 2020

Estimados y estimadas:

Hoy la Iglesia diocesana está de fiesta. Robert Otaba, diácono colaborador en la parroquia de Sant Pere de Reus, será ordenado sacerdote en la Catedral. La celebración se retransmitirá por el canal web del Arzobispado y por las redes sociales, sobre todo para que su familia, desde Kinshasa, en la República Democrática del Congo, pueda seguir la celebración, dado que no han podido viajar debido a la pandemia. Robert se ha preparado desde hace años, siguiendo la llamada del Señor; se ha dejado moldear por el Espíritu del Señor, que le ha llevado a decir sí a una vida entregada a la causa del Evangelio.

Jesús invita siempre a los suyos a decidirse por algo que valga la pena. ¡Lástima, los jóvenes que no oyen esta invitación! Porque muchos no la han oído. Otros han repetido la historia del joven del Evangelio. ¿No era sincero aquel chico? ¿No le guiaba una buena intención cuando preguntó a Jesús qué más debía hacer para conseguir la vida eterna? (Mt 19,16-30). Está claro que hay que responder afirmativamente a estas preguntas. Pero le faltó generosidad.

Si reflexionamos seriamente sobre la vida, cabe preguntarse: ¿Qué tenemos que no nos haya sido dado? Vida, salud, fe, cualidades, bienestar personal… Entonces, ¡qué menos podemos hacer que darlo todo! Lo hemos recibido, nos ha sido dado gratuitamente… y lo damos gratuitamente. Se trata, pues, de una cuestión de generosidad.

Observando a los jóvenes de hoy, se descubre en ellos el deseo de comprometerse en algo que valga la pena. Pero son muchos los que tienen miedo al compromiso definitivo. Dudan. No están suficientemente seguros. Pero sienten admiración por aquel que ha dado el paso, por el que se ha decidido.

Hasta cierto punto es comprensible que haya más indecisión y dudas en un tiempo de cambios rápidos como el que estamos viviendo. Pero sería grave que esta indecisión se mantuviera indefinidamente. Hay también, en los jóvenes de hoy, una cuestión de confianza. Sí, de confianza en Dios, en sí mismos y en los demás… Quien se siente llamado no especula, sino que se entrega y confía. Si cree ser «alguien» fracasará, pero, si fundamenta su respuesta en la propia debilidad, triunfará. De hecho, es una cuestión de felicidad. «Hay más dicha en dar que en recibir», dijo Jesús (Ac 20,35). Dar la vida para ganarla. Esta es la constante de toda vocación cristiana. Felicidad ya ahora, en este mundo, a pesar de las luchas y las dificultades.

Si los jóvenes de hoy todavía tienen miedo, es porque no han oído plenamente la Buena Nueva, aquella llamada interior que suena en el corazón como un fuego que quema, aquella por la que vale la pena dar la vida. Con demasiada frecuencia hemos situado realidades como la vida, la felicidad, la fe, la propuesta de sentido, la salvación, la vida eterna…, ¡demasiado lejos, más allá, en las nubes! Hay que sentirlas cerca, aquí, en uno mismo. Esta es la Buena Nueva por la que vale la pena dar la vida. ¡Porque nuestra vida es un don, y la ganamos dándola!

Felicito de todo corazón a Robert que, dócil a la voz del Espíritu, ha decidido entregar su vida al servicio de Dios y de los hermanos.

Vuestro.