Fecha: 31 de mayo de 2020

Si nuestra vida es como una página en blanco, dos manos van llenando todos sus espacios vacíos con un relato cada vez más extenso y apasionante: la mano de Dios, su Espíritu, y nuestra mano, guiada por nuestra libertad. Ese relato comienza en el momento en que creímos y fuimos bautizados. Las dos manos son ciertamente desiguales, pero ninguna de las dos anula a la otra. ¿Cuál será el resultado, cuando nuestras manos se dejen llevar por la del Espíritu? Justamente en eso consiste la santidad.

Recordamos dos grandes místicas, buscadoras, desde su conversión, del amor de Dios en Jesucristo: santa Ángela de Foligno y santa Teresa de Ávila. Ambas escribieron su «Libro de la vida». Ángela de Foligno, laica franciscana del siglo XIII, canonizada por el Papa Francisco en el 2013. Su obra en dos grandes partes el Memorial y las Instrucciones, contiene el itinerario vital de la santa desde su conversión, en búsqueda amorosa de la humanidad de Cristo, su unión e identificación con Él. Describe una trayectoria marcada por la pobreza, el sufrimiento, la luz y el gozo, que sazonaban su existencia. En torno a sí se formó un círculo de discípulos.De modo semejante escribe santa Teresa de Ávila su «Libro de la vida» (o simplemente «La Vida»). Una especie de milagro en la comunicación, consistente en poner la belleza del lenguaje humano al ser vicio de la belleza del misterio vivido. Como dice un gran especialista en su teología, «era un fruto agónico por poner nombre a lo innombrable, puente trabajosamente construido hacia la luz». El libro de su vida, venía a ser el libro de la vida, es decir, el libro en el que se describe el camino hacia la plenitud de amor en Jesucristo.

Es muy importante descubrir la semejanza de los caminos de ambas mujeres, pues da idea de la constante «gramática» de Dios, de su modo de obrar en cada uno y en la historia.

El resultado de la escritura siempre es original; no hay una vida exactamente igual a otra. Pero la gramática de Dios, podemos decir, el modo como escribe el Espíritu Santo en nuestra página en blanco, obedece a unas constantes esenciales, que se repiten. No es de extrañar, ya que proceden del mode lo de toda vida cristiana, que fue Jesús de Nazaret… Jesucristo es el Verbo-Camino-Verdad-Vida: no tenemos que hacer otra cosa que vivirlo a Él. El Espíritu Santo es el Espíritu de Cristo y su lenguaje es el mismo, en Él y en nosotros. Más aún: en nosotros solo es de Dios lo que podría ser de Jesucristo.

Así pues, señalamos algunas de las constantes de la gramática de Dios:

— Siempre pide creer en Jesucristo y amarlo absolutamente. El trato de amor directo con Él nunca deja de ser el centro, donde anidan y viven otros amores.

— Siempre trata en comunión de hermanos, nunca en solitario.

— Siempre llama a integrar el sufrimiento como elemento fundamental vinculado al amor.

— Siempre sigue los caminos de pobreza, la que radica en el corazón, y es manifestada en signos externos.

— Siempre desencadena una irradiación de alegría y de amor humano a su alrededor.

— Siempre huye de la medias tintas y busca las opciones radicales y profundas.

— Siempre saca de la postración mediante el perdón y la esperanza.Y otras muchas constantes de su gramática…

¿Qué puede impedir que cada uno de nosotros escribamos nuestro propio «Libro de la vida»? Es más, ¿no será una obligación escribirlo, aunque solo sea con hechos y palabras?