Fecha: 14 de enero de 2024

Estimadas y estimados, ahora hace dos años, el Papa Francisco envió una carta a Mons. Fisichella, presidente del Pontificio Consejo para la Promoción de la Nueva Evangelización, para pedirle que se organizara la fiesta jubilar del Año Santo de 2025. Uno de los deseos mostrados por el Papa era que el 2024 fuera como la antesala del Jubileo, viviéndolo todos juntos como «un año intenso de plegaria» que ayude a componer una «sinfonía de oración». No hay duda que profundizar en la experiencia de plegaria, es fundamental para prepararnos para el Año Santo con una actitud contemplativa que tiene que ayudarnos a descubrir y festejar el amor inmenso de Dios hacia todo el mundo.

Este año que acabamos de empezar quiero hacerme eco del anhelo del Papa, que se expresa en estos términos: «recuperar el deseo de estar en la presencia del Señor, escucharlo y adorarlo». Aprovechemos este tiempo de gracia, para profundizar y practicar la plegaria, aquella forma tan productiva «de estar a solas con quién sabemos que nos ama», como afirma Santa Teresa de Jesús. Con toda seguridad encontraremos a muchos hermanos y hermanas que nos pueden ayudar en esta empresa, especialmente desde los monasterios de Santa Maria de Poblet y Vallbona (cistercienses), de Santa Clara de Reus (clarisas), de Sant Josep y Santa Anna de Tarragona (carmelitas descalzas) y de La Inmaculada de Valls (mínimas), las estimadas comunidades contemplativas. También podemos acudir a la vida eremítica, tan presente en la archidiócesis. Todos juntos buscaremos iniciativas en el ámbito de la celebración de la fe.

La propuesta concreta del Papa es muy sencilla y no por eso inconsistente: hacer del Padrenuestro el programa de quien sigue al Maestro. De hecho, es la única plegaria que Jesús expone a los suyos cuando le piden que les enseñe a orar (Lc 11,1-4), es la oración de Jesús en medio de su mensaje en el Sermón de la Montaña (Mt 6,9-13) y es la plegaria por antonomasia que toda comunidad cristiana adopta como propia e identitaria.

A veces, pero, cuando recitamos el Padrenuestro, cosa que hacemos de memoria, corremos el peligro de no prestar atención a las palabras que pronunciamos, como si la oración fuera algo a repetir y no algo a interiorizar y vivir. Incluso, el hecho de que en los evangelios haya dos versiones, la de Mateo y la de Lucas, nos dice claramente que lo más importante no es la letra, sino su contenido. Sería interesante que todos hiciéramos la experiencia durante este año y aprendiéramos a ser conscientes de aquello que estamos pidiendo y por qué lo pedimos.

Por todo ello quiero unirme a la iniciativa del Papa, de manera que, a partir de hoy, dedicaré algunos domingos a analizar esta plegaria de Jesús por medio de la Carta Dominical. Procuraré hacerlo actualizándola e interpretándola desde nuestro kairós actual. Por supuesto que cuento con vuestra complicidad, sabiendo que cada cual añadirá su vida y su reflexión a todo aquello que yo no haya sido capaz de decir.

La intención es que, en este año intenso de plegaria, aprovechemos cada ocasión para volver a Jesús, que nos atrajo con su personalidad entusiasmadora, profundizando en su vida y su mensaje como bálsamo para nuestro mundo.

Vuestro,