Fecha: 28 de enero de 2024

Estimadas y estimados, «Venga a nosotros tu Reino» es la segunda petición del Padrenuestro. Es una demanda que no se puede pronunciar desde la tibieza o la indiferencia. Requiere hombres y mujeres conocedores del plan de Dios para la humanidad, soñadores del mismo sueño divino, dispuestos a ofrecer sus vidas para hacerlo posible, constantes en la lucha y en la plegaria. Dicho con otras palabras, desear la venida del Reino significa poner manos a la obra para disfrutar ahora y aquí del cielo nuevo y de la tierra nueva, allá donde Dios «enjugará toda lágrima de sus ojos, y ya no habrá muerte, ni duelo, ni llanto ni dolor» (Ap. 21,4).

Está claro que no hablamos de un reino con connotaciones políticas, ni podemos supeditar su contenido a las normas estilísticas o filosóficas de moda. El Reino que imploramos en el Padrenuestro es aquel mismo que Jesús viene a anunciar y a predicar: «Jesús recorría toda Galilea enseñando en sus sinagogas, proclamando el evangelio del reino y curando toda enfermedad y toda dolencia en el pueblo» (Mt 4,23).

El Maestro de Nazaret deja entrever el contenido de este Reino a través de sus enseñanzas y a través de sus obras sanadoras y liberadoras. Pero, sobre todo, Jesús nos muestra los misterios del Reino en su misma experiencia personal, en la disposición a jugárselo todo a fin de que los caminos del Padre puedan hacerse viables en este mundo. Tal como lo aprendemos contemplando la cruz, responder siempre estimando es la anticipación del Reino, el antídoto contra cualquier ataque de los poderes que lo quieren frenar. Que venga el Reino, pues, implica estar dispuestos a vivir la vida como seguidores suyos, hasta las últimas consecuencias.

Los cristianos no podemos dejar de caminar en esa dirección. El Reino siempre se construye a través de la civilización del amor, educando y madurando en la cultura del respeto, de la fraternidad, de anteponer el bien común y el bien del otro a la propia pretendida seguridad. Así lo dice la Constitución pastoral Gaudium et spes  del Concilio Vaticano II: «La Iglesia, al prestar ayuda al mundo y al recibir del mundo múltiple ayuda, solo pretende una cosa: el advenimiento del Reino de Dios y la salvación de toda la humanidad» (GS 45).

¡Cuántas veces el Papa Francisco ha exhortado a transmitir el evangelio creando espacios abiertos y acogedores donde todo el mundo se sienta como en su casa!, amparado por la ternura de un Dios que ama a todos y cada uno de sus hijos. Imagen feliz del Reino que se va construyendo.

Y al mismo tiempo tenemos que recordar que el único que puede establecer el Reino es Dios mismo. Por eso, necesitamos proclamar una y otra vez que Jesús venga a acompañarnos, que nos ayude en nuestro cometido, porque no podemos dar fruto si no estamos en Él. Hagamos nuestra la plegaria del Papa: «Venga tu Reino es lo mismo que decir: Ven Señor Jesús. Y Jesús dice: vengo enseguida. Y Jesús viene, a su manera, pero cada día. Tengamos confianza en esto. Y cuando recemos el Padrenuestro digamos siempre: Venga tu Reino, para sentir en el corazón: sí, sí, vengo, y vengo enseguida».

Vuestro,