Fecha: 14 de mayo de 2023

Estimadas y estimados. Mañana, día 15 de mayo, se cumplirán cuarenta y cinco años de la llegada de los restos del cardenal Vidal i Barraquer a la Catedral de Tarragona. En aquel día, también  lunes, pero el lunes de Pascua de Pentecostés, se cumplió su deseo manifestado en el testamento: «Si muero en el exilio, deseo que mis restos sean trasladados a la Catedral de Tarragona». También, debo decirles que ese día tuve el gozo de asistir a aquella efeméride, presidida por el entonces arzobispo Josep Pont i Gol, con todos los obispos de Cataluña. Entonces joven estudiante del Seminario de Girona, vine con los demás compañeros, siendo la primera vez que entraba en la Catedral tarraconense.

El Cardenal Vidal i Barraquer, impedido de volver a su sede, murió en Friburgo (Suiza), en otoño del año cuarenta y tres. Su cadáver fue llevado a la cartuja de La Valsainte, en una sepultura provisional, siempre listo para el regreso. Muerto en el exilio como los héroes, retornó viviente en el espíritu y la cripta de San Fructuoso acogió, como una reliquia, sus restos. Este retorno fue un acto de su voluntad y un acto de justicia por parte de la Iglesia de Cataluña. Verdaderamente, la actividad pastoral del Cardenal fue par a la de Cristo, configurándose con él a través del dolor y de la incomprensión. Luchando contra la intromisión de la Dictadura de Primo de Rivera (1923-1930) en los asuntos de la Iglesia y de la República al ahogarla. Al estallar la Guerra Civil en 1936, propugna en bien de la paz entre hermanos una tregua para entrar en el terreno de la reflexión y del amor. Ni vencidos ni vencedores. Se preocupó constantemente por la suerte de los sacerdotes y el dolor de Cataluña. Y siempre en contacto directo con la Santa Sede.

Ahora, el tiempo, filtrador de verdades, ha ido poniendo las cosas en su sitio. Comprendemos, ahora, el heroísmo de nuestro Cardenal remando contracorriente del clima de pasiones contradictorias por un lado y por otro, de trinchera a trinchera. Porque, la Guerra Civil, más que una guerra de ideologías fue un desbordamiento de pasiones. El Cardenal Charles Journet, siendo profesor de teología en la Universidad de Friburgo, conoció personalmente a Vidal i Barraquer, y escribió de él: «He guardado un sentimiento de veneración profunda por el Cardenal. Era un hombre de una gran elevación de pensamiento, de una piedad profunda, de una fe íntegra, incapaz de dejarse vencer por las dificultades cuando había visto dónde estaba su deber […]. Nos ha dado ejemplo de lo que debe ser un auténtico servidor de la Iglesia».

El buen ministro de Dios busca en todo la paz, fruto del amor. No puede, ni debe fiarse del triunfo de las armas porque la posición del servidor de los misterios de Dios es salvaguardar los valores de Cristo, el prestigio del Reino sobrenatural en nuestro mundo. Siempre que la Iglesia se ha fiado de las armas ha quedado maltrecha. En el proceso de su pasión, Jesús dice a Pilato: «Mi reino no es de este mundo. Si mi reino fuera de este mundo, mi guardia habría luchado para que no cayera en manos de los judíos. Pero mi reino no es de aquí». (Jn 18,36).

Vuestro,